Un recuerdo a Boyán Petrov mediante las invaluables colecciones de especies animales de alta montaña, cuidadosas anotaciones del zoólogo y el sereno amanecer grabado tras la conquista de otro pico. En el recibidor de la Academia Búlgara de las Ciencias se exhiben hoy objetos recolectados por todo el mundo por el alpinista científico que se ha quedado para siempre en el Himalaya, así como las palabras no pronunciadas que sus compañeros de profesión, amigos y seguidores plasmaron en el libro de firmas de visitantes.
Ansioso incluso por el pico más alto, Boyán Petrov siempre combinaba la investigación con los logros deportivos. Gracias a él, el Museo Nacional de Historia Natural, en el que trabajaba como zoólogo, cuenta con una de las más ricas colecciones de fauna de alta montaña. También es un reconocimiento a sus descubrimientos el hecho de que han sido bautizadas con su apellido, “Petrov”, siete especies nuevas para la ciencia: arañas, escarabajos, ciempiés, moluscos, chinches, y otras cuatro que están en proceso de ser descritas.
Boyán Petrov era investigador desde niño, y se dedicó al alpinismo los últimos 10-15 años, cuando logró sus mayores éxitos, explica el Prof. Pavel Stoev, su colega y amigo de infancia. Trabajaba en tres direcciones: investigaba animales de cueva y había visitado más de 500 cuevas de todo el mundo; estudiaba murciélagos y era representante búlgaro en reuniones internacionales de la convención europea para su protección; estudiaba anfibios y reptiles y los hallazgos más interesantes relacionados con ellos. Además, había empezado una disertación sobre arácnidos, pero desafortunadamente no la pudo terminar. Sin embargo, nosotros, sus compañeros de profesión, podemos terminar muchas de sus tareas, especialmente porque dejó tras sí mucha gente joven.
Además de un conocido científico, Boyán Petrov también era defensor de numerosas causas, como la de oposición al exceso de construcción en el monte Pirin.
Boyán mantenía una postura muy firme en la causa de Pirin, y como especialista en ecología siempre defendió la naturaleza y la diversidad biológica”, agrega el Prof. Pavel Stoev. Así, las intenciones del Gobierno y de las empresas de “consumir” una de las mejores montañas búlgaras para que algunos se puedan enriquecer eran absolutamente inaceptables para él, igual que para todos nosotros. Boyán también apoyaba muchas otras causas, como la del desfiladero de Kresna, declarandose en contra de la propuesta de construir una carretera ahí.
Sin embargo, para el zoólogo Dr. Petar Beron, Sunny, como todos le llamaban, será siempre el chico que vivía a toda prisa y constantemente corría por los pasillos del museo.
Boyán Petrov era ante todo zoólogo y un gran conservador de la naturaleza: trabajaba en muchos campos, y sus valiosas colecciones, recogidas en los puntos más altos en los que hay vida (cerca del campamento base, a 5.000 o 6.000 metros de altura), permanecerán para siempre con nosotros”, cuenta el científico. Él era una excepción entre todos los demás, ya que demostró una voluntad increíble, y a pesar de sus numerosas dolencias y lesiones de dos accidentes logró subir en una temporada los picos más inaccesibles del planeta: el K2, en Nanga Parbat y el Kangchenjunga. Le recordaré como el joven al que contraté en el museo en 1998, y como el hombre que amaba las montañas, la naturaleza y las cuevas, y lo hacía todo con el corazón.
Los recuerdos materiales que Sunny legó al Museo de Historia Natural, que todavía no se han estudiado, formarán parte de su halo de hombre que hacía ciencia incluso cuando trataba de tocar el cielo con la mano. Boyán Petrov soñaba con alcanzar la cima de todos los ochomiles, y solamente le faltaron cuatro. Pero a pesar de ello subió a las alturas, desde donde nos mostró que incluso en nuestro materialista mundo actual vale la pena arriesgar lo más valioso cuando se trata de grandes sueños.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Diana Tsankova
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