“La escuela como centro de la comunidad” es el curioso proyecto del movimiento cívico Red Nacional para los Niños (NMD, por sus siglas en búlgaro) con el que trabaja la escuela secundaria “Jristo Botev” de la ciudad de Kubrat. La idea, que se divide en dos etapas, es desarrollar la escuela como centro que cree, apoye y conecte la comunidad de estudiantes, profesores, padres y otros participantes de la vida comunitaria de la población. El objetivo del programa es implementar con éxito el modelo de escuela comunitaria en 33 centros escolares de toda Bulgaria.
La escuela secundaria “Jristo Botev” organiza diversas iniciativas con el apoyo de la organización no gubernamental “Equilibrium”, de la cercana ciudad de Ruse. El principal objetivo es conseguir que los padres sean más activos en la vida de la escuela con el apoyo del sector no gubernamental, para mejorar las relaciones con la comunidad local y el ambiente estudiantil, dice Nurshen Jalilova, profesora de 1º, y destaca algunas actividades:
“Un taller para padres, “¿Sabe mamá tanto como yo?”, “¿Conozco bien a mi hijo?” y juegos divertidos para padres e hijos son parte de las actividades del proyecto. Organizamos cursos para los padres, como “Paternidad positiva”, mediante teatro de sombras chinescas, y para padres de alumnos de primer curso, “Preparación del niño para la escuela”. Organizamos también un concierto benéfico para niños en el ala infantil del Hospital General de Kubrat con el fin de adquirir equipos necesarios, así como reuniones mensuales de los profesores con los niños ingresados.
En el mes de junio 12 profesores de la escuela secundaria “Jristo Botev” de Kubrat visitaron la escuela secundaria “Lyuben Karavelov” de Varna. Esta visita fue el final creativo de la segunda fase del proyecto “La escuela como centro de la comunidad”.
La profesora Nurshen Jalilova habla sobre las prácticas que consolidan con éxito la comunidad:
Los alumnos de 7º retaron sus padres al duelo de inteligencia “¿Sabe mamá tanto como yo?”, para ver si sus progenitores se sabían el material didáctico que estudiaban sus hijos. Se dividieron en dos equipos: padres contra hijos, y el tutor de la clase planteaba preguntas sobre todas las asignaturas del temario de 7º. El resultado fue 1-1. A eso siguió otro reto de los padres a los niños: “¿Reconocerás mi obra?”. Se trata de un divertido juego en el que con palabras concretas los padres debían confeccionar objetos con plastilina, y los hijos debían reconocerlos. Las madres de los alumnos también tuvieron su reto: debían reconocer a sus hijos con los ojos vendados, tocando los rostros de los chicos con las manos. ¡No hubo madre que no reconociera a su vástago! El día de padre-hijo-maestro juntos fue muy alegre, divertido y se prometieron más actividades y reuniones conjuntas.
Y si los niños de los primeros cursos participan con ganas en “El taller feliz” de confección de adornos, los alumnos de 8º desafían a sus padres con la iniciativa “¿Conozco bien a mi hijo?”: El tutor de la clase formulaba preguntas, previamente preparadas por los chicos, sobre gamberradas y anécdotas de su primera infancia. Todos los padres reconocieron las de sus hijos. Eso les trajo otros recuerdos divertidos y los compartieron entre risas. Sin embargo, la profesora no se detuvo: hizo que los padres de su clase reconocieran las cualidades, los méritos y los logros de sus hijos. También superaron esa prueba con éxito, entre lágrimas de alegría y orgullo, cuenta Nurshen Jalilova.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Escuela secundaria “Jristo Botev”
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