Santa Paraskeva es una de las beatas más amadas y veneradas no sólo en Bulgaria, sino también en todo el mundo ortodoxo. Santa Petka, también llamada Petka de Bulgaria nació en la ciudad de Epibatos de la antigua Tracia en el s. XI. Lleva una vida de profunda devoción y tras su muerte sus reliquias se convirtieron en símbolo de la lucha por proteger la cultura cristiana de la asimilación islamista.

Cuando el Imperio Romano Oriental cae en manos de los latinos (después de 1204), las reliquias de santa Petka fueron trasladadas de Epibatos a Tarnovo (atual ciudad de Veliko Tarnovo). Esto sucedió en 1238 durante el reinado del zar Iván Asen II y el patriarca Joachim. En Tarnovo ella gozó de una exclusiva veneración. En la antigua capital búlgara Tarnovo el patriarca Evtimio escribió una biografía sobre la devota. Sus reliquias se quedaron en Tarnovo hasta que la capital búlgara quedó dominada por el poder otomano en 1393.

Tras muchos traslados, en 1641 las reliquias fueron colocadas en la catedral de la ciudad rumana de Iasi donde siguen estando en la actualidad. El día de santa Petka se considera como el fin del verano y del ciclo agrario activo.