A la víspera de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo se le conoce en la cultura folclórica búlgara por varios nombres. Desde luego, el nombre de Nochebuena es el de uso más frecuente, y es bien notorio el sentido de las tradiciones y los ritos por la festividad. No obstante, pocas personas conocen que en la región de Sofía, en el centro norte del país y en otras zonas de Bulgaria, al igual que en algunos antiguos territorios búlgaros, se le llamaba a esta festividad la Pequeña Navidad. En las nociones populares la Madre de Dios sufrió los dolores de parto en Ignazhden, día de Ignacio, y dio a luz al Niño Jesús en el día de la Pequeña Navidad pero el nacimiento de Jesús fue anunciado al día siguiente, 25 de diciembre. Tal es asimismo la creencia popular de que la noticia sobre el nuevo crío no se ha de divulgar inmediatamente si la madre es primeriza, o sea que pare por vez primera. Se aguarda la llegada del día siguiente durante el cual a las mujeres se les invita a un agasajo en que se reparte una “hogaza de la Virgen”. Se cree que así tanto la madre como su hijo estarán a salvo de las fuerzas malignas, vigorosas en las primeras horas de vida del bebé neonato y también en las horas de la noche. Por esta razón, en la “época antigua” este día se dedicaba básicamente a los críos y las mujeres primerizas. Existía la costumbre de que los pequeños koledar –chicos de 8 a 12 años de edad– formando pequeños grupos, recorrieran las casas del pueblo. Iniciaban su recorrido muy de madrugada e incluso, en medianoche, y hasta el mediodía iban visitando las casas de parientes y familiares. No hay que confundir a estos pequeños koledar con los grupos masculinos de koledar quienes comenzaban su recorrido al filo de la medianoche en Nochebuena. Los chavales de 8 a 12 años de edad son una especie de precursores que van anunciando la Natividad del Niño Jesús.
En la noche anterior a la Natividad de Jesucristo en los hogares solía arder un fuego “vivo”. Este fuego prendido y mantenido durante toda la noche es un vestigio del culto al Sol, difundido en las tierras búlgaras mucho antes de la fundación del Estado búlgaro. Forma parte de la religión pagana de las tribus eslavas como también de las tribus tracias y protobúlgaras que poblaban el territorio de lo que es la Bulgaria actual. Dazhbog es el nombre del dios del Sol de los eslavos orientales. Los eslavos meridionales a los que pertenecen las tribus eslavas que poblaban las tierras de Bulgaria también veneraban al Sol como Dios supremo Con la llegada a estas tierras de los protobúlgaros, en el siglo VII, éstos también trajeron su culto al Sol y sus nociones sobre la fuerza vivificadora de éste. Con la adopción de la religión cristiana, la festividad más importante, llamada Bozhich o Bozhik-voces ambas en cuya raíz está la palabra Bog, o sea Dios- que enlazada astronómicamente con el solsticio de invierno-22 de diciembre-y el comienzo del aumento de la duración del día, fue transformado en día de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Sabido es que en el año 334 el Papa Liberio proclamó el 25 de diciembre día en que se veneraría la Natividad de Cristo. Los vestigios del culto al Sol cuyo nacimiento se conmemoraba el día del solsticio de invierno se descubren en símbolos tan numerosos del folclore búlgaro que resulta inconcebible poderlos enumerar todos. Posiblemente, en primer lugar haya que colocar el círculo, símbolo geométrico del Sol y la Tierra y de la fuerza vital y fecundante. El círculo es igualmente indicio de un espacio cultural asimilado.
Los platos de la cena ritual en Nochebuena se ordenaban antaño en el suelo del hogar y los miembros de la familia formaban in círculo alrededor de ella. En la mañana después de la Nochebuena, antaño daban a comer a las gallinas del corral una parte del trigo inciensado. Los granos se echaban en un círculo trazado con una soga y ello se hacía como un acto de magia capaz de proteger a los animales domésticos y darles mayor fecundidad. De la paja con la que se cubría el suelo antes de sentarse la gente a comer en Nochebuena se hacían pequeñas haces o coronas –otra alusión al círculo mágico– que se ataban a los árboles frutales para que dieran copiosos frutos. El círculo está siendo concebido como una valla protectora contra fuerzas malignas y enfermedades creando un obstáculo divisorio entre lo asimilado y lo no asimilado, entre lo propio y lo ajeno, entre el caos y el orden. Es el orden que es violado y nuevamente restablecido cada año en una misma época con el nacimiento del Sol, del nuevo Principio, del Niño Jesús. Según las antiguas creencias populares, recogidas en mitos, leyendas y bordados, el Sol recién nacido desciende del cielo deslizándose por las ramas del Árbol Universal, para transformar la vida terrenal con su fuerza a vivificadora.
Posteriormente, el Nuño Jesús sería identificado con el niño Jesús al que la Virgen María dio a luz en Navidad. Según las leyendas y cantos tradicionales la Virgen les habría dicho a los ángeles que le asistían en el parto a tomar una cantimplora de oro, llenarla de vino espeso e invitar a algún santo a apadrinar y bautizar al hijo de la Virgen. Los ángeles, volando, se dirigieron al mar donde San Nicolás estaba luchando con las tormentas. Cuando le dijeron por qué habían ido a verlo el santo les replicó. “El Niño Jesús está ardiendo como un fuego y yo, ante Él sólo soy una brizna de paja seca”. Los ángeles luego se fueron a ver a San Basilio que también se negó a ser padrino de Jesucristo. Al final llegaron a ver a Juan Bautista quien, muy regocijado, aceptó inmediatamente bautizar al pequeño Jesús. Fue a donde estaba la Virgen, se arremangó, cogió al Niño Jesús con su diestra y con la siniestra alzo una cruz. Llevó al niño Jesús al río Jordán y al sumergirlo en éste, el fondo del río se cubrió de oro y sus márgenes se volvieron plateadas.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BTA y archivo
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