El 7 de abril, en los vestíbulos de la Ópera de Sofía será montada una exposición de 120 fotografías que abarcan la trayectoria artística de 55 años de Anna Tomowa–Sintow –dice la musicóloga Magdalena Manólova– . Luego habrá una reunión con el público. En el escenario estaremos las dos, y en la pantalla de video cobrarán vida los momentos estelares de la cantante. El público podrá ver grabadas sus actuaciones con la participación de otros grandes artistas. Una exposición similar fue mostrada en Viena. El público se familiarizará con la impresionante carrera de Anna Tomowa–Sintow, así como con su extraordinaria personalidad.
Conocida por su fulgurante presencia artística y su extenso repertorio, en la década de los 70, Tomowa–Sintow fue apreciada como la mejor intérprete de Richard Strauss. Gracias a su larga colaboración con los grandes directores de orquesta de nuestra época, incluido Herbert von Karajan, la cantante ha ido acumulando una valiosa experiencia. Relata que siempre tuvo una vida normal –en la medida de lo posible– y disfrutó del apoyo de su familia.
Siempre he tratado de ser fiel a mí misma –comenta Anna Tomowa–Sintow– . Mi padre era profesor de secundaria en Física y Astronomía y un gran amante de la naturaleza, juntos hemos conquistado todos los picos de Bulgaria. También me enseñó en la escuela, y mi madre era integrante del coro de la Ópera de Stara Zagora. Todo el tiempo era ensayar y actuar. En los años de posguerra hubo momentos difíciles, pero en casa siempre reinaba un espíritu muy alto. Nos enseñaron a descubrir lo positivo en cada cosa. Mi profesor de piano también me ha influenciado mucho. Todo esto cultivó en mí el sentido de la responsabilidad, así como tener una actitud seria hacia el trabajo. Me enseñaron a pensar que lo que hacía no era nada del otro mundo y que me centrara en cumplir con mi trabajo. Amo a la gente, por eso canto con tanto amor por ella. Siempre he escuchado a mi corazón. En la sociedad moderna el egoísmo a veces es muy fuerte, no hay lealtad ni respeto. En este sentido, me han servido de ejemplo los hombres sabios del Este, pero evito el fanatismo. Lo espiritual debe ayudar de la forma más natural a “forjar” la vida, una tarea bastante colosal para todos nosotros. Karajan me consideraba capaz no sólo de entender la música en profundidad, sino también de “transmitir” esta capacidad a los demás. Le prometí hacerlo mientras pueda. Me dedico a enseñar, y en todas partes tengo un contacto muy fuerte con los intérpretes jóvenes, soy muy solicitada por ellos, a veces apenas consigo cumplir con todo, pero tengo esta obligación que me lleva hacia delante.
Cuando tenía cuatro años de edad, la que sería una gran dama del arte lírico encarnó en el escenario de la Ópera de Stara Zagora al hijo de Madama Butterfly en la homónima ópera de Giacomo Puccini. Años más tarde, el mismo papel lo representó su hija, Silvana Sintow.
De niña, La traviata y Madama Butterfly eran mis óperas favoritas –cuenta Silvana– . Mi madre interpretaba a Leonora (El trovador), Abigaille (Nabucco), Desdémona (Otelo)... Sus heroínas siempre morían y yo lloraba mucho. Hasta los 18 años quería ser cantante, estudiaba canto en la Escuela de Música de Berlín, pero acabé convirtiéndome en actriz como mi padre, graduado por la Academia Nacional de Arte Teatral y Cinematográfico. Durante tres años estuve actuando en Londres, luego entré a trabajar como relacionista pública en una gran discográfica. Más tarde, me trasladaron a París y fui responsable de los cantantes y directores de orquesta, especialmente de Daniel Barenboim. Fui su RR.PP. personal durante ocho años. Luego abrí mi propia agencia de relaciones públicas y gestión cultural para cantantes y directores. En ella trabajamos con mi esposo, que es hijo de otra gran cantante, Hildegard Behrens. Nuestra hija también quiere ser cantante, y nuestro hijo es pianista.
Silvana revela que las videograbaciones que serán mostradas el 7 de abril son poco conocidas y forman parte del archivo personal de Anna Tomowa–Sintow.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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