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El guitarrista Ludmil Krumov opina sobre la improvisación, la sinceridad y la libertad

Foto: ludmilkrumov.com

Ludmil Krumov, uno de los más talentosos guitarristas en el género jazz de Bulgaria, ha recibido su formación musical en Holanda. En ese país ha redescubierto sus raíces búlgaras, en él reside y trabaja. Dice que lo más valioso que ha aprendido en el Prince Claus Conservatorium de Groninga ha sido ser verdadero a la hora de auto expresarse a través de la música. Toca, en su guitarra solo “jazz convencional”, piezas de autor de su propia cosecha, participa en diferentes proyectos que van desde los de conciertos para niños hasta los de obras para coro y orquesta sinfónica.

Ludmil Krumov nació en Svistov. Su padre, de muerte prematura, tocaba el saxofón y la trompeta, su abuelo era bailarín magistral y su bisabuelo tocaba estupendamente la flauta pastoril, kaval. A los 6 años de edad se inició en el estudio de la música y a los 14 ya había elegido la guitarra por instrumento. Tras estudiar en el Liceo de Comercio continuó sus estudios en la Academia de Economía de su ciudad natal pero poco después se dio cuenta de que no sería aquél su camino en la vida y así optó por seguir su talento. Tengo una gran experiencia de músico, llegué a tocar durante mucho tiempo en tascas y restaurantes, dice Ludmil. He ensayado todos los géneros, empezando por el pop y el rock para llegar a los evergreens y hasta hacer música para danzas del vientre. Del folclore búlgaro me enamoré en mis años estudiantiles cuando acudía a una escuela de danzas tradicionales.

En el año 2001 Ludmil Krumov fue admitido al Berklee College of Music en el que fue distinguido con un premio a la mejor composición musical. Sin embargo, los recursos de que disponía no le bastaban para ir a estudiar en los EE.UU.

Luego llegué a Holanda, algo que era una oportunidad excelente pues en el conservatorio de Groninga trabajaba en base a un programa norteamericano con profesores que eran jazzistas activos en los EE.UU., dice Ludmil. Era justamente lo que yo pretendía, estudiar jazz. Los profesores en Groninga nos movieron a meditar en torno a lo que éramos, a buscar nuestras raíces. Nos enseñaban ser francos y auténticos.

Puse mientes en mi trayectoria personal. Pese a que estaba estudiando a fondo la música jazz, me di cuenta de que mis raíces eran otras. En aquel momento eché mano a la experiencia que tenía de la escuela de danzas y fui indagando en los metros irregulares de la música tradicional búlgara y en las improvisaciones. Después hice un máster en CODARTS, de Rotterdam, sobre el tema de la mezcla entre el jazz y la música tradicional. En Holanda se suele estudiar toda la tradición: desde el propio surgimiento del género jazz hasta sus manifestaciones más recientes y novedosas. Opté por emplear el mismo enfoque a los intérpretes de música tradicional búlgaros como también estudiar, por separado, la evolución de cada instrumento tradicional búlgaro.


Como hablaba de sinceridad debo decir ahora que para mí no existen muchos géneros. Incorporo a mi música de autor jazz, folclore búlgaro y elementos de la música clásica. Insisto en que la improvisación es muy importante para m,í es que la improvisación es elemento esencial de la música tradicional búlgara. 

El guitarrista aclara que su nuevo “proyecto búlgaro” promete ser muy especial. Todo se habría iniciado en marzo pasado cuando Ludmil llegó a Bulgaria para un concierto con Jazzanitsa, proyecto del percusionista Bobi Petrov. Resolvió en aquel momento hacer la adaptación de piezas suyas para orquesta para presentarlas, acompañado por sus músicos búlgaros favoritos, condiscípulos suyos de los estudios en Holanda. Invitó al grupo a Zhivko Vasilev (flauta pastoril, kaval) y Peyo Peev (rabel) del que había aprendido mucho sobre la música folclórica de Bulgaria.Peyo es un increíble improvisador, se lo exprime todo a su instrumento, dice Ludmil.

La música, resultado de esta mezcla entre personalidades y tradiciones se aproxima al folclore búlgaro pero también está cerca del jazz. Carece de “formalidad estilística” y esto le otorga una energía distinta. Contrariamente a las opiniones generalizadas Ludmil está convencido de que en la improvisación no existe una libertad. El buen improvisador es como un malabarista, mientras más elementos va incorporando, mejor se va volviendo la improvisación. El músico, desde luego, tiene libertad plena de elegir lo que quiere incorporar y de cómo reaccionar a lo que están haciendo los otros músicos en el escenario.


Versión en español por Mijail Mijailov



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