Ruse, en el norte de Bulgaria, es una de las ciudades de este país cuya historia se puede rastrear hasta la más remota antigüedad. Su ubicación a orillas del río Danubio determina el poblamiento de la zona tanto antes como después de Cristo. A lo largo de su historia milenaria, la urbe fue habitada por comerciantes e intelectuales, y durante el dominio otomano y el Renacimiento Nacional (siglos XVIII y XIX), fue el hogar de muchos revolucionarios búlgaros que se inmolaron en la lucha por la independencia.
Después de la Liberación del país del dominio otomano y su división en Principado de Bulgaria y Rumelia Oriental a raíz de las resoluciones del Congreso de Berlín (1878), Ruse se convirtió en la ciudad más grande del Principado. Experimentó un rápido auge económico, lo cual cambió de manera visible su fisonomía y planeamiento urbanístico. Empezaron a aparecer cada vez más edificios nuevos, influenciados por los estilos arquitectónicos europeos modernos de la época, como el Barroco y la Secesión, por lo que los contemporáneos apodaron la ciudad “la pequeña Viena”. Los propietarios de las nuevas edificaciones solían ser banqueros y comerciantes, cuyos viajes y negocios exitosos en Europa y en todo el mundo les permitían invertir una gran cantidad de dinero en la construcción y mantenimiento de aquellas joyas arquitectónicas.
Uno de los edificios interesantes es el hotel de El Chicago –escribe en su libro de dos volúmenes dedicado al patrimonio arquitectónico de Bulgaria, Mariana Mélnishka– . El dueño del hotel, Solomon Blaustein, se fue inmediatamente después de la Liberación a Estados Unidos y se estableció en Chicago, de donde proviene el nombre con que llamaban al establecimiento.
Con el dinero ganado, regresó a Bulgaria y lo invirtió en un gran edificio muy hermoso, con fachada llena de nichos y decorada con figuras femeninas, que fue convertido en un cabaret y hotel. Su dueño contrató danzarinas de otros países ribereños del Danubio, pero para que todo fuera más decente, creó en la planta baja un estudio de moda, que llamó Donde El Chicago. También mandó instalar en este inmueble un ascensor de propulsión humana, el primero en el país.
Revisten interés, asimismo, otros dos edificios emblemáticos de la ciudad, de una valía más bien histórica que arquitectónica. Son la casa de Nikola Obrétenov y la de sus padres. Si bien de esta última no queda nada debido a la reconstrucción de Ruse a principios del siglo XX, la de Nikola, heredero de una de las familias búlgaras más notables del Renacimiento Nacional, guarda el recuerdo de su morador. Existen numerosas leyendas que rodean la personalidad y la vida del último guerrillero sobreviviente después de la Liberación del destacamento de Jristo Botev, que evocan su participación y papel en aquella gesta. Tras la muerte de Jristo Botev y la derrota de su destacamento, Obrétenov fue exiliado a Diyarbakır, en Turquía, donde lo encontró la Liberación. A su regreso a la patria llegó a ocupar un puesto encumbrado en el Gobierno del nuevo Estado búlgaro.
Obrétenov llegó a ser diputado y, luego, también alcalde de Ruse. Como tal hizo construir una casa suya de dos plantas en estilo Neoclásico. Hoy en día en este edificio se cobija un museo, explica en su libro Mariana Mélnishka.
Versión en español de Daniela Radíchkova
(Fotos: ilovebulgaria.eu y Archivo)
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