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Avram Chaliowski, uno de los primeros chocolateros búlgaros

El chocolate es una de las tentaciones dulces predilectas a nivel mundial. Sus envoltorios multicolores mueven a grandes y pequeños a detenerse ante las estanterías de los comercios colmados de este producto. Los muy variados tipos de chocolate generan frecuentemente dilemas o remordimientos de que uno al consumirlo pueda quebrar el equilibrio de su cuerpo. Tras una breve reflexión, al considerar que este producto sólo nos da unas pocas calorías de más recogemos esta golosina cuidosamente empaquetada y ponemos rumbo a las cajas registradoras, para no cambiar de repente de opinión.

La humanidad conoce el chocolate desde la más remota Antigüedad. Las primeras informaciones sobre el mismo se remontan al año 2000 a. C. y nos llevan a las tierras del actual México. En Bulgaria, uno de los primeros fabricantes industriales de chocolate fue Avram Chaliowski, nacido en la aldea macedonia de Galichnik.

Avram Chaliowski, que se había iniciado en el trabajo de vendedor ambulante de boza en las calles de Sofía, consiguió ahorrar y se compró un caballo y un molino, dice de este comerciante emprendedor la cronista Mariana Melnishka. Secundado por un obrero se puso a producir halva de tahina en un pequeño taller. Luego se dedicó asimismo a la transformación del sésamo y a producir otros productos a base de azúcar como cacao y chocolate. Posteriormente abrió una fábrica en Burgas y puso en la práctica, además de la producción, una actividad de beneficencia, que solían desarrollar también muchos otros industriales. Mientras, sus productos le valieron una medalla de plata en Milán, otra de oro, en Londres, amén del gran número de galardones que consiguió en Atenas, Salónica y Plovdiv.

Las distinciones de las exposiciones mundiales se debieron a la calidad de la materia prima que empleaba para sus productos. Sus fábricas contaban con los equipos de producción, empaquetado y etiquetado más avanzados de la época. A pesar de su estatus social y los éxitos en su negocio, ese industrial y sus familiares llevaban un tren de vida modesto.

Además de los sueldos, Chaliowski otorgaba frecuentemente créditos a sus obreros y también les surtía de algunos productos de primera necesidad. Él mismo llegó a ser uno de los donantes de recursos para los monasterios del Zograf y de Rila al igual que para la iglesia de su aldea natal. Uno de sus donativos, de 10 millones de levas en oro, se empleó para ayudar a huérfanos pobres y enfermos de familias obreras. Chaliowski fue asimismo uno de los fundadores del Banco Popular de Macedonia, que concedía créditos a importantes mercaderes, industriales y artesanos. El banco tenía su sede en Sofía y su cometido secreto consistía en financiar a los destacamentos revolucionarios que luchaban por la liberación de Macedonia del dominio otomano.

Avram Chaliowski murió el 3 de noviembre de 1943 y unos años después del golpe de Estado comunista del 9 de septiembre de 1944, sus fábricas fueron nacionalizadas y su riqueza expoliada. No obstante, su vida y obras ponen de relieve que una persona es capaz de prosperar apostando por sus cualidades propias, sin olvidarse jamás de cómo lo ha empezado todo y cuáles son sus raíces.

Velizar Peev

Velizar Peev, otra personalidad emblemática para la producción chocolatera búlgara, fue el creador de una de las marcas de chocolate búlgaras más conocidas, cuya producción se mantiene hasta hoy en día en la ciudad de Svogue. A comienzos del siglo pasado este industrial búlgaro abrió su primera fábrica en Sofía y comenzó a importar cacao en granos de América Latina y de los Países Bajos. Paulatinamente el chocolate hecho en Bulgaria fue compitiendo con éxito con las marcas europeas y se le fue distinguiendo con galardones en ferias internacionales en Berna, Viena y París.

Velizar Peev, además de poner mucha atención en la calidad del producto, consideraba que el empaquetado y el envoltorio del chocolate debían ser impecables. Comercializaba una parte de sus chocolates en cajas de madera, y en una de las series de bombones éstos iban envueltos en papel estampado con las banderas de todos los países. El cliente que conseguía reunir los envoltorios de toda la serie de los bombones “abanderados” recibía como regalo un kilo de chocolate.

La noticia sobre aquella nueva producción de chocolate se propagó por todo el país, y ello hizo que el empresario construyera una nueva fábrica. Ésta debía ajustarse a una serie de condiciones: encontrarse cerca de la capital de Bulgaria, contar con una vía férrea y disponer de recursos hídricos suficientes capaces de generar energía para las máquinas. Fue la ciudad de Svogue la que reunió todos esos requisitos. El equipamiento para la nueva fábrica fue comprado de Alemania, Italia y Austria. Las obras de construcción y la posterior explotación de la fábrica ofrecieron empleo a más de 400 personas de la región.

Versión en español por Mijail Mijailov

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