Vladimir Kíradzhiev (o Kiradjiev, según la transcripción en inglés del nombre) es egresado de la Academia Nacional de Música de Sofía por la que se graduó en las especialidades de Composición y Dirección de Orquesta y Coral en la década de 1980. Siendo estudiante, también estudió Maestría con Kurt Masur, Franco Ferrara y Karl Österreicher, quien lo invitó a Viena para cursar estudios de posgrado. En la capital austriaca, donde se estableció con su familia, enseña Dirección de Ópera en la Universidad de Música y Arte Dramático.
Los músicos de mi generación tuvieron la suerte de recibir una muy buena educación académica en Bulgaria –dice Vladimir Kíradzhiev–. Todos nosotros, que no vivimos de forma permanente en la patria, nos “llevamos” al extranjero una formación profesional excelente, comenzando por las asignaturas teóricas, las clases en la especialidad y el trabajo con la Orquesta Sinfónica de la Academia. En aquella época me inicié en el teatro de ópera académico, en la ciudad de Sliven, donde conducía obras como Madama Butterfly, Las alegres comadres de Windsor y El rapto en el serrallo con las que los estudiantes de hoy en día sólo pueden soñar. En ningún lugar del mundo semejantes títulos se confían a conductores noveles. Fue una gran oportunidad para mí. Me preparé para el “oficio” en la patria. Cuando me fui a Viena, ya podía dirigir cualquier repertorio. Salí de Bulgaria el 11 de junio de 1990, el día después de las primeras elecciones democráticas en Bulgaria. Tenía claro que, dadas las turbulencias políticas del momento, el arte quedaría relegado a un segundo plano, y elegí estar donde se lo apreciara. Desde el principio empecé a viajar mucho como director invitado, primero a Polonia y más tarde a Rusia. Durante mucho tiempo fui el director principal de la Filarmónica de Rzeszów, en Polonia. Antes de ello ya había comenzado a desempeñarme como enseñante en la Academia de Viena. En los últimos años doy clases de Dirección de Ópera, antes de ello enseñaba teoría, lectura de partituras para directores.
En los últimos años me he especializado principalmente en ópera, donde al conductor incumbe una función muy responsable, incomparable con otras formas de hacer música. Para mí, la ópera es lo que un director llega a acumular como habilidades y experiencia después de cumplir los cuarenta. Hago estrenos de ópera en Szczecin (Polonia), así como en otros lugares. Cada año actúo en mi calidad de conductor en el Festival Internacional de Ópera de Sigulda, en Letonia, que tiene lugar entre las ruinas de un castillo medieval. Es un festival que tiene más de 30 años, y yo llevo 25 participando en él. Ya desde los propios inicios trabajé con Anna Netrebko, quien vino con el Teatro Mariinsky. Hicimos el Barbero de Sevilla y El rapto en el serrallo. A menudo trabajo con cantantes maravillosos de los escenarios mundiales. Me agrada trabajar con conjuntos y solistas búlgaros. Me alegra ver que la Filarmónica, la Orquesta Sinfónica de Radio Nacional y algunas orquestas de ópera son dirigidas por buenos conductores que, pese a los escasos subsidios, consiguen confeccionar programas interesantes incluyendo obras que ayudan a la formación que dirigen a perfeccionarse y mantienen un buen ambiente de trabajo. En Bulgaria, con semejantes orquestas se hacen cosas increíbles.
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