Según datos demográficos del Instituto Nacional de Estadística de Bulgaria, hacia finales de 2019 en un 23% de los núcleos poblacionales del país sus moradores oscilaban entre 1 y 49. La región de Veliko Tárnovo, en el norte del país, ocupa el segundo puesto a nivel nacional, después de Gábrovo, en el centro de Bulgaria, por el número de sus localidades despobladas. En 58 pueblos y caseríos de la región de Veliko Tárnovo no se puede oír habla humana.
Es la primera vez que hago un reportaje sin ver a la gente de la que hablo, simplemente porque no hay manera para llegar a esos pueblos a los cuales el transporte público ha sido cortado, comenta Zdravka Maslánkova, corresponsal regional de Radio Nacional de Bulgaria. En su intento por conocer cómo vive la gente en el estado de emergencia nacional, esta periodista es la única interlocutora con la que ha conversado por teléfono estos últimos días Tsana Tsvyátkova, de 73 años, única moradora de la aldea serrana de Goránovtsi. Lleva años viviendo sola, en ocasiones se ve con su sobrino, pero ahora éste no llega a verla por el coronavirus y las dificultades del traslado, así como por razones económicas. Esta mujer anciana tiene una pensión de escasos 60 euros que apenas le alcanzan para nada, pero allá donde vive no tiene ni dónde comprar lo que sea.
¿Qué cómo me las arreglo? Pues a duras penas, en soledad −dice esta mujer de la serranía− . Tengo la glucosa muy alta y no sé qué voy a hacer. ¿Que cómo vivo? Pues, moviéndome desde la casa hasta el patio, en constante ajetreo para cultivar frijoles, patatas, ajo, cebolla, tomates...
Goránovtsi es uno de los 16 caseríos montañosos de la alcaldía de Ráykovtsi, explica el delegado de alcalde Petyo Koev:
Diez de ellos están desiertos. Ahora, con el estado de alarma, cada vecino se queda confinado en casa. Soy yo quien les compra les medicinas. Acudo a ver a la médico de cabecera, que me pone recetas para tres meses seguidos para los fármacos que cubre la seguridad social. Se puede decir que nos las estamos apañando. Quienes habitan en la serranía son, de principio, gente recia y coriácea, nunca caprichosa. Quienes viven en los caseríos bien saben que ahí no hay lujo alguno. Tratan conmigo los problemas, nos ayudamos mutuamente. En fin, así es como estamos acostumbrados a vivir acá.
Ilía Radev, delegado de alcalde en Váglevtsi, cuenta que últimamente tiene por ocupación principal hacer inscripciones domiciliarias para que los parientes de los ancianos solitarios puedan llegar sin problemas a la aldea, pues, para ir a ella hay que cruzar por el puesto de control de Veliko Tárnovo.
Integran la lista de electores 39 personas. Ahora hemos puesto en el padrón, por dirección actual, a familiares, hijos, hijas, etc. Cuatro veces a la semana nos surten de pan. No tenemos problemas. Hasta ahora no ha habido gente que se haya quedado hambrienta o solitaria que no haya sido atendida, asegura Radev.
El editor Iván Gaberov es uno de los ciudadanos que está pasando el período del estado de emergencia en autoconfinamiento en la aldea de Emen, al pie del pintoresco desfiladero homónimo, en la región de VelikoTárnovo. En vez de a los libros, se dedica a la horticultura y confiesa que en la última quincena de días no había tenido la suerte de conversar con otro ser humano, así, cara a cara:
Vivir aislado en el campo es estupendo, pero estar allá confinado por fuerza no es lo mejor que le pueda pasar a uno. Es que nosotros no tenemos vínculos fuertes con la vida pueblerina, somos gente de la ciudad y esto es tremendamente incómodo. Me falta la libertad de decidir si me quedo o me voy para otra parte, echo de menos el contacto con mi familia, se sincera Iván Gaberov.
Texto basado en un reportaje de Zdravka Maslánkova, corresponsal regional de Radio Nacional de Bulgaria
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Zdravka Maslánkova, BGNES
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