Decenas de santuarios de los albores de la humanidad se hallan esparcidos en los rincones más recónditos de la montaña Ródope. De ellos, sin embargo, se sabe bastante poco. ¿La razón? Se encuentran silenciosos entre pedruscos y matorrales, lejos de las rutas turísticas y de la curiosidad de la gente, y buena parte de ellos ni siquiera han sido estudiados por los arqueólogos. Los lugareños, en cambio, conocen estas estructuras milenarias y las cantan en su música folclórica y sus leyendas. Así es como nace la iniciativa para la popularización de los santuarios tracios escondidos en la zona de Vélingrad, al sur de Bulgaria.
La idea pertenece a dos jóvenes de esta ciudad, los hermanos María y Pétar, que no están profesionalmente ligados a la historia. No obstante, el entusiasmo y la curiosidad los impulsan hasta los lugares más inaccesibles de la montaña, donde se topan con hallazgos singulares. “Empezamos a buscar información sobre estos lugares entre los habitantes mayores de la vecindad, consultamos con arqueólogos y llegamos a la conclusión de que esta riqueza no debe quedar escondida para el resto del mudo”, dice María Márkova. Según ella, en la región de Vélingrad hay 68 estructuras de la Antigüedad, la mayoría desconocidas para la ciencia.
”Son principalmente santuarios tracios en las rocas. Hablamos de un período de hace más de 3500–4000 años –prosigue María– . Se conservan ahí fosas rituales, pilas de piedra destinadas a guardar vino, dólmenes, cuevas... Nos encontramos con muros de mampostería seca, típica de aquel período, así como con una gran cantidad de cerámica. Todo esto es obra de la mano humana de hace miles de años. Este último mes, nos topamos por casualidad con tres estructuras inexploradas. La más curiosa es un sarcófago con signos grabados en él. La ciencia oficial dice que los tracios carecían de escritura, pero son cada vez más los artefactos encontrados en que se distinguen signos sin descifrar.
Lamentablemente, el sarcófago está roto, tal vez por buscadores furtivos de tesoros. De hecho, ellos han cavado gran parte de los lugares de la zona que por desgracia no han sido estudiados por los arqueólogos. Otro ejemplo: dimos con unas tinas de dos metros de largo y metro y medio de ancho. Nadie sabe para qué servían. Se utilizaban acaso para ritos religiosos de la tribu tracia de los besos que habitaban entonces estas tierras”.
Una parte significativa de estos lugares de interés son realmente tierra desconocida para la ciencia oficial. Esto les brinda ciertamente un aire misterioso. A la espera de verse descubiertas y estudiadas, las estructuras agazapadas en el corazón de la montaña encienden la imaginación no solo de los científicos, sino también de los aficionados a las aventuras. El deseo de sentirse descubridores de un mundo perdido los lleva a la zona de Vélingrad, donde los esperan María y Pétar.
“Hacemos safaris históricos por la ruta de los tracios –cuenta María– . Organizamos el transporte, garantizamos un guía que acompaña a los aventureros hasta el santuario. Ahí mismo les explica todo lo que sabemos sobre el lugar en cuestión. Viene sobre todo gente joven, muy al tanto de la historia de Bulgaria. Además, tienen interés por la energía específica del sitio, porque los lugareños, de hecho, siguen acudiendo en busca de la cura de sus males. Gran parte de las personas que se interesan por estas rutas son búlgaros residentes en el extranjero. Tan solo el año pasado supimos atraer a gente de unos quince o dieciséis países. Esas personas llegan con el único objetivo de dar a conocer a sus hijos la milenaria historia de Bulgaria”.
Versión en español de María Páchkova
Fotos: María Markova
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