Ser esposa de un diplomático no es una tarea fácil. Hasta cierto punto, es una vocación, así como una misión cuyo objetivo es establecer conexión entre distintas culturas. Así es como asume su papel Nora Mijáylova, que además de representar a Bulgaria en los círculos diplomáticos mantiene estrechos contactos con las comunidades de búlgaros en varios países. También trabaja como profesora voluntaria en las escuelas dominicales búlgaras. Sus viajes por el mundo pasan por Libia, Kuwait, Washington, Siria e Israel.
Actualmente se encuentra en Jordania, donde la ha llevado la profesión de su esposo, el experto en estudios árabes Dimítar Mijáilov. Él comenzó su carrera en Radio Bulgaria, y desde junio de 2019 es embajador de Bulgaria en el Reino Hachemita de Jordania.
“En estos momentos soy voluntaria en la escuela dominical búlgara en Amán −cuenta Nora Mijáylova− . Cuando se tiene actitud positiva ante la vida, siempre se encontrará algo que hacer. Organizamos el proceso docente de manera voluntaria, con niños de matrimonios mixtos entre búlgaras y jordanos. Espero darles de esta manera a estos niños la oportunidad de postularse para estudiar en universidades búlgaras”.
Las impresiones de Nora de los búlgaros por el mundo son diferentes,y sus reuniones más recientes y entrañables han sido las que tuvo con los búlgaros en Israel, donde la recibieron al son de la Marcha Radetzky, como manda la antigua tradición búlgara, con pan y sal.
“Hasta el día de hoy, mantengo vivo el recuerdo de Bella y Haim Ashkenazi, de Beti León, de Rosa. Hablaban con tanto cariño sobre Bulgaria. Conservaban el idioma búlgaro puro. Aquellos búlgaros que tenían tanto apego a lo búlgaro y que han mantenido intacta su lengua materna permanecerán para siempre en mi corazón. En sus familias se hablaba una excelente lengua búlgara de los años 40 del siglo XX cuando se trasladaron a Israel”.
En lo personal, Nora Mijáylova es el pilar de la familia que mantiene la conexión con la patria. Complementa los conocimientos de sus dos hijas, que han crecido en distintos países y estudian en sistemas educativos extranjeros, enseñándoles la Lengua y la Historia búlgaras. Por un lado, el contacto con culturas y personas diferentes las enriquece, pero por otro, el constante cambio de residencia las priva de amistades duraderas.
Lo que Nora lleva a todas partes donde va para que le recuerden a Bulgaria son las especias búlgaras que su madre le compra siempre antes de irse a alguna parte.
“Cuando veo las especias, sé que ha llegado la hora de despedirnos de nuevo −dice Nora suspirando− . Este es el momento más triste. Me llevo también un paquete con mártenitsas y tinte para huevos pascuales, para respetar las tradiciones. Dondequiera que vaya, el espíritu búlgaro siempre está conmigo y llevo un pedazo de él”.
Versión en español de Hristina Táseva
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