Sofía es una ciudad privilegiada desde el punto de vista del turismo. Uno puede salir a pasear por los senderos de las montañas cercanas, practicar el remo en los también vecinos embalses y lagos o bien echar una mirada a las fortalezas y aldeas medievales, y eso sin alejarse demasiado de la ciudad. Otra posibilidad en días feriados es hacer un corto viaje a alguno de los cinco monasterios, que rodean como una guirnalda la capital.
Uno de ellos, el de Kremíkovtsi, por el nombre de la aldea en que se encuentra, está consagrado a san Jorge.
Está acurrucado en las faldas de la cordillera Balcánica, a una media hora de camino del centro de Sofía. Aposentos bien ordenados, dos templos restaurados: el viejo y el nuevo, flores en el jardín, esta es la primera impresión que se lleva el visitante al entrar en el patio. Dice la leyenda que este convento fue erigido por orden de uno de los últimos reyes búlgaros, Iván Alexándar, allá en el siglo XIV, antes de que Bulgaria fuera conquistada por el Imperio Otomano.
Al principio era un convento de monjes, pero en 1879 se cobijaron allí monjas exiliadas de Macedonia. Las emprendedoras novias de Jesús pusieron mano a la obra y dieron una nueva vida al monasterio, levantando una iglesia nueva, dedicada a la Madre de Dios. Hoy el monasterio sigue atrayendo a fieles con sus dos templos, con la atmósfera acogedora de su patio limpio y bien ordenado, en el que las monjas han habilitado incluso un rincón donde cuidan de conejos y pavos reales. Hay también una pequeña tienda en la que además de las habituales reliquias religiosas, se ofrecen algunos productos de la hacienda local: miel de abejas, jarabe de saúco, jabón de cera aromática y confituras de la casa.
Monasterio de los santos Cosme y Damián
Ubicado a unos 60 km de la capital Sofía, este monasterio, a pesar de haber sido renovado, conserva su nimbo místico para el mundo como una morada clerical de historia casi milenaria y destino dramático. Se salva de milagro de los atropellos de la hueste otomana hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando fue arrasado por los turcos. Un siglo más tarde, sin embargo, fue restablecido. Hoy es un convento en función y recibe centenares de visitantes en días feriados y de fiesta. Ofrece alojamiento gratis en celdas especialmente habilitadas para tal fin. La comida también es gratuita, pero si uno decide quedarse por más tiempo, tendrá que ayudar con su trabajo en la hacienda del monasterio.
Monasterio de santa Petka, cerca de Bankya
A media hora de camino en coche desde el centro de la capital búlgara, en las inmediaciones de la ciudad de Bankya, el visitante se encontrará delante del portón de un hermoso conjunto arquitectónico. Con las paredes cubiertas de pinturas de santos y citas bíblicas que invitan a la reflexión, el monasterio llama desde lejos a pisar su umbral. Había sido fundado en el siglo XIII, al pasar por el lugar la procesión con las santas reliquias de la monja asceta Petka de Bulgaria, conocida también como santa Petka Parascheva de los Balcanes. Su cuerpo imperecedero santificó el sitio donde se construiría un pequeño convento. Desde allí se abren vistas magníficas a las pendientes de dos montes: la cordillera Balcánica y Vítosha, además, en su alrededor, hay rincones ideales para el reposo o para un pícnic en medio de la naturaleza.
El monasterio de la Ascensión de san Salvador en la aldea de Lozen
A unos 15 km al Este de Sofía se encuentra el monte de Lozen, que ha dado el nombre a las pequeñas aldeas acurrucadas en sus faldas. Al salir del pueblo de Dolni Lozen, el viajero tendrá que dejar el coche en el aparcamiento y continuar a pie. Tras unos 40 minutos de caminata estará llegando al monasterio. Se considera que fue fundado en el siglo XIII, como parte del Pequeño Monte Athos de Sofía. Fue destruido en dos ocasiones por los turcos, pero siempre renacía luego como el ave fénix. Su aspecto actual es de finales del siglo XIX. De la misma época son también las efigies de santos y personalidades históricas pintadas en colores vivos sobre las paredes de su templo. Desde el patio se abre un panorama sin fin hacia el Valle de Sofía y la capital búlgara, cubierta a menudo por el esmog.
Monasterio de la Presentación de la Virgen María de la aldea de Rasbóishte
Este santo lugar es un destino excelente para una breve excursión cerca de Sofía, combinando la naturaleza intacta y el contacto con la historia. A unos 70 km del bullicio de la ciudad capital, el visitante llega a un verdadero oasis natural. El coche se puede dejar en la salida del pueblo de Rasbóishte. Tras una caminata de 20 minutos a lo largo del río Nishava, surgirá antes sus ojos, cual un espejismo, una vista inolvidable: una diminuta iglesia blanca, pegada a las rocas a una gran altura sobre el río, y debajo de ella, los aposentos y demás edificios pintados de cal del Monasterio de Rasbóishte. La iglesia es una de dos únicas moradas rupestres todavía en función en Bulgaria, y su historia secular está saturada de vicisitudes. Vale la pena visitarla.
Versión en español de Katia Dimánova
Fotos: Veneta Nikólova
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