En vísperas de Navidad, la fiesta más luminosa y querida de la familia, nuestra vida parece envuelta de nuevo por la esperanza y la fe de que mañana vendrá algo mejor. Todo ello siempre guarda relación con la ciencia y la fe en lo divino. Los científicos son aquellas mentes racionales que saben explicar la existencia y dar nuevos pasos hacia el futuro. La fe, por su parte, nos brinda la sensación de sostén y esperanza.
¿Es obligatorio tener una prueba de que la fe tiene sentido? ¿Es posible que un científico crea en Dios?
“Yo soy un hombre creyente. No digo religioso, sino creyente”, responde el Prof. Stoycho Yázadhiev, catedrático de Física Teórica y Matemáticas de la Facultad de Física en la Universidad de Sofía, así como de Teoría General de la Relatividad y Física de los Hoyos Negros en la Universidad de Tubinga (Alemania). Desde hace solo un mes el Prof. Yázandhiev es uno de los tres nuevos miembros corresponsales, menores de 50 años, de la Academia de Ciencias de Bulgaria; su nombre figura además en la prestigiosa clasificación de los científicos más influyentes para 2020 de la Universidad de Stanford.
“Cada verdadero científico sabe que Dios existe. Si hay pruebas directas de ello es otro tema, pero esto se siente en la estética de la ciencia.
Uno de los fundadores de la mecánica cuántica, Werner Karl Heisenberg, premio Nobel de Física de 1932, decía: “El primer trago del vaso de las ciencias naturales convierte al hombre en ateísta, pero Dios lo está esperando en el fondo del vaso”, comenta el científico búlgaro.
Este mismo pensamiento está en la base también de los conceptos de Venelín Tódorov, distinguido este año con el Premio John Atanasoff. Este científico búlgaro de 34 años, doctor de Matemáticas, es categórico en que creer en Dios y en la ciencia no significa dar explicaciones contradictorias, sino más bien complementarias del mundo, porque la ciencia explica cómo suceden los procesos y Dios aclara por qué existe el Universo. Dios es la idea del sentido y el objetivo de las cosas que la ciencia explica.
En contrapeso del concepto general, un científico también puede creer en Dios, comenta el Dr. Venelín Tódorov. No es casual que cerca del 60 % de los Premios Nóbel de Ciencia desde 1901 hasta 2000 eran creyentes. Entre ellos hay figuras como Max Planck y Werner Heisenberg, en los que el matemático búlgaro se inspira en su camino por la ciencia cuántica.
“La contraposición entre fe y ciencia es ficticia o bien una sugerencia falsa, porque si nos remontamos a los comienzos de la ciencia moderna en el siglo XVI, parte de sus fundadores, como Newton, Descartes, Leibniz, Pascal, también eran creyentes. Todos ellos buscaban las leyes en el Universo, porque creían en la existencia de un legislador. Incluso puede decirse que Dios era el motor de la ciencia”, opina el Dr. Tódorov.
La ciencia es para gente que trae en sí la chispa divina. Sus obras lo demuestran, afirma el Prof. Stoycho Yázadhiev, y con la duda típica de los científicos agrega:
“El hombre tiene que confiar en la ciencia, pero no ciegamente. La ciencia es un sistema dinámico que también puede tener sus momentos flojos y algo que hoy creemos verdad, mañana puede resultar una mentira. La ciencia es una actividad humana que como todas las actividades necesita tiempo.”
Y a nosotros lo que nos queda no es más que ir bebiendo, trago por trago, del vaso que tenemos delante con la esperanza de que algún día podamos comprobar qué hay en su fondo.
Adaptado por Vésela Krásteva en base a entrevistas de Nina Tzáneva y Milena Vodenichárova, de Radio Nacional de Bulgaria
Versión en español de Katia Dimánova
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