Lo notamos apenas cuando su caparazón cruje bajo nuestra piey, sin embargo, este molusco necesita mucha más atención y un mayor respeto. Es un sanador sin par y, encima, muy sabroso. Nos referimos a Helix Aspersa Maxima, una especie de molusco, concretamente, un caracol, que sin embargo, no es un caracol cualquiera sino uno de los que están siendo criados en la granja de caracoles del pueblo de Búlgarevo. En los últimos años el Hélix en cuestión ha ido convirtiéndose en una atracción principal de ese pintoresco pueblo costero del mar Negro.
Los turistas llegan a este pueblo para familiarizarse con todo el proceso de cría. de este animalito que segrega baba. Luego pasan por el restaurante para comérselo.
“Criamos de 900 000 a 1 000 000 caracoles. Ahora estamos en el período de reproducción”, dice el dueño de la granja Pencho Petkov, quien llega años en este arduo negocio. El caracol es hermafrodita pero se parea,necesariamente, para poder poner huevos, cuya eclosión se produce en una incubadora y luego se sueltan a los llamados “parques de ceba”. Allá, por espacio de no más de 4 meses estos moluscos llegan a su madurez sexual y ya están preparados para el consumo o para la venta. A los turistas los solemos acoger, ya a la entrada, con paté de caracoles, dice Pencho Petkov, y agrega:
“Tras la degustación del paté se hace un recorrido de media hora por los campos de la granja, durante el cual informamos a los turistas de los procesos de cría y los llevamos a la sala para la reproducción para que se asomen al período amoroso del caracol y a la propia eclosión. Después ofrecemos una degustación de platos a base de caracoles. También tenemos organizada una producción de cosméticos,basados en el uso del mucus de caracol, famoso por el efecto regenerador que tienen en la piel humana. De este modo quienes nos visitan se familiarizan tanto con las propiedades curativas como con las farmacéuticas del caracol”.
El caracol es el rey de los platos gourmet. Sin embargo,en la práctica culinaria búlgara este simpático molusco, está siendo inmerecidamente despreciado. En Búlgarevo, en cambio, uno puede conocer sus increíbles encarnaciones culinarias. Para los niños se ha previsto un menú aparte, con carne de pollo. Es que los menores de edad les cogen enseguida tanto cariño a estos gasterópodos que se niegan rotundamente a consumirlos:
“Los menores de edad conciben a los caracoles como mascotas. Contamos con el caracol terrestre de mayores dimensiones y los niños se quedan muy impresionados al verlo. Les solemos regalar a los chiquillos caracoles vivos, aún bebés. Al año los niños vuelven a vernos y nos devuelven unos 20 a 30 ya que, mientras tato, los caracoles se habían hecho padres. Total, hemos estructurado una peculiar red de caracoleros”, dice bromeando Pencho Petkov.
Recientemente a su granja se le adjudicó un proyecto europeo para la construcción de un Museo del Caracol. Las obras casi están terminadas, y el museo está situado en el área de la propia granja. En varias salas se presentará la historia del caracol en las tierras de Bulgaria, ya desde la época del Neolítico, como también las aplicaciones que este molusco tienen la farmacéutica, los cosméticos y la cultura gourmet. Los turistas se asomarán a la increíble variedad de especies de caracoles, y en una de las salas podrán observar caracoles exóticos vivos.
Pencho Petkov dice que hasta el año 2014 toda la producción de la granja se exportaba a Francia, Bélgica, Italia y España. Sin embargo, tras las graves conmociones económicas se llegó a un punto de inflexión y Petkov decidió transformar las instalaciones de su granja en una atracción turística, aprovechándo su cercanía al cabo de Kaliakra, la ciudad de Balchik y varios de los balnearios búlgaros en el litoral del mar Negro.
Versión en español por Mijail Mijailov
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