Hoy celebramos Nochebuena, la fiesta búlgara de la humildad, la gratitud y la esperanza. Independientemente de que no todas las personas acatan el periodo del ayuno navideño, este día los búlgaros se reúnen alrededor de la mesa festiva para compartir el calor del hogar, de la cena ritual y la sensación de pertenencia a un antiguo sacramento. Si durante el año buscamos lo nuevo y lo diferente, en Nochebuena tratamos de acatar las tradiciones tal como las hemos heredado.
En nuestros días lo más importante son los preparativos para la cena pero todavía hay muchos otros elementos de la fiesta folclórica. En el pasado, por la mañana preparaban el budnik, el árbol que tenía que calentar la casa durante toda la noche. Al talarlo, los hombres trataban de sostenerlo para que no tocara la tierra. Lo tomaban en las manos y lo llevaban a casa. Habitualmente se talaba un árbol grueso, como un robre o un peral.
Después el árbol se untaba con aceite bendecido en la iglesia. En su parte gruesa se hacía un agujero en el cual se ponía aceite de oliva, se tapaba con una cuña de madera y se envolvía con una tela blanca de lino. Durante este rito se cantaban canciones especiales en que se contaba del árbol por el cual el joven Dios descenderá a la tierra. La mujer más anciana esparcía granos de trigo sobre el budnik. Su manera de arder mostraba cómo sería la cosecha. Si la llama era intensa y echaba muchas chispas la cosecha sería rica. Si el fuego duraba toda la noche y el árbol se extinguía entero también era una buena señal. Se consideraba que la ceniza de este árbol tenía poderes mágicos y por esto la recogían en un recipiente para ponerla en el trigo que se sembraría, en la comida del ganado y como remedio para distintas enfermedades.
Una antigua canción del repertorio de las hermanas Biserov cuenta “de un árbol alto, un árbol de Dios”, bajo el cual está sentada la Virgen María sosteniendo en las manos al niño Jesús:
No solo los preparativos para el budnik y el fuego, todos los ritos vinculados con la Nochebuena están dedicados al natalicio del joven Dios, al sol joven que viene para regalarnos calor y vida. Desde Nochebuena comienzan los así llamados "días sucios" relacionados con la renovación de la naturaleza.
Se trata de un periodo de 12 días, el tiempo de los dolores de parto de la Virgen María, el parto de Jesucristo y su bautizo en el río Jordán. Según las creencias populares, durante este periodo recorren la tierra fuerzas impuras y malignas y por esto hay una serie de prohibiciones. No se puede lavar la ropa antes de la Epifanía, ya que el agua todavía no está bendita. No se sale de casa después de la puesta del sol y no se realiza ningún tipo de trabajo.
En Nochebuena se sirve la última cena de platos sin grasa con la cual termina el ayuno navideño. En la tradición búlgara ésta se prepara con gran atención desde tiempos inmemorables. El inicio de este periodo de transición del ciclo natural es recibido con la abundancia de todo lo que nace de la tierra. Por tradición se sirven platos impares sin grasa de origen animal.
Los platos rituales no deben recogerse y permanecen en la mesa hasta la madrugada. Se cree que en medianoche el cielo se abre, las fronteras entre los mundos se borran y llegan las almas de nuestros ancestros. A medianoche llegaban los grupos de los koledar que recorrían las casas cantando y haciendo votos de salud y bienestar para cada hogar.
Versión al español de Hristina Taseva
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