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La mujer como amor, protección y... droga. La fotografía de Johana Trayanova

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Foto: Johana Trayanova

Para representar lo multifacético de los estados femeninos y las múltiples esencias de la mujer, la artista visual Johana Trayanova se sirve de formas botánicas, las cuales posteriormente recrea mediante técnicas fotográficas. Su narrativa atrae al espectador, convirtiéndole en un participante activo de lo observado. "Mi arte va de la mano con la abstracción, ya que con él trato de transmitir una emoción que pueda ser interpretada por cada persona individualmente, en lugar de ofrecer un punto de vista concreto, encerrado en un marco", explica la artista.

Al convertirse en madre, para Johanna Trayanova se abrió un amplio campo de mira, donde vio cómo una mujer puede fragmentarse en múltiples pedazos y, al mismo tiempo, conserva su entereza. Es este momento tan íntimo el que la inspira a explorar los roles y las variedad de facetas de los sentimientos, estados de ánimo y percepciones que experimenta una mujer. En su exposición "Inmersión: Ella", ubicada en el espacio cultural “Bobina” en Sofía capital, Johana recrea nueve estados de ánimo a través de mosaicos, formados cada uno por 20 fotografías.

"Mi idea era que la fotografía estuviera formada por pequeñas partículas, que recordaran la constante dispersión de una mujer pero no en el sentido de “caos”, sino más bien, como representación de su impulso por entregarse al máximo y de llegar a su límite", explica el artista. “Por ejemplo, si una mujer es amor, quiere ser la mejor versión de amor, y además en todos los sentidos: una mujer no es sólo amor íntimo - es también amor por su hijo, amor en plan profesional, o amor como actitud general ante cada detalle de la vida”.

Johana Trayanova llega a la fotografía a través de las palabras. En 2018 se graduó en Dramaturgia en la Academia Nacional de Artes Teatrales y Cinematográficas "Krastyo Sarafov" en Sofía, lo que desató en ella el deseo de contar sus historias en imágenes. "Busco ideas filosóficas en mí misma y todo mi arte es muy personal, ya que siempre revela una parte de mi mundo interior", comparte la artista visual ante Radio Bulgaria.

Levantando su propio velo, a través de los contornos de sus imágenes Johana Trayanova hace un corte transversal de la identidad femenina para dejarnos entrar en sus formas misteriosas, casi intangibles.

"La mujer es fuerza porque está dispuesta a poner el mundo entero patas arriba en nombre de su amor". Así nos adentra la autora en sus enigmáticas imágenes. “Otro aspecto que descubrí yo misma en el proceso de creación de los mosaicos, es el de la mujer como una forma de obsesión, la mujer como una droga. Ella puede ser todo eso para un hombre enamorado, que es capaz de pensar en ella hasta llegar a un extremo de manía, de querer poseer una parte de ella".

Johana Trayanova ilustra las vertiginosas transformaciones de la mujer asomándose cada vez en un detalle aislado: el pétalo de una flor, un tono particular de color, alguna peculiaridad concreta suya... "Cuando fotografías una flor, quieres adentrarte cada vez más con la cámara, y eso se convierte en un proceso muy íntimo entre la persona y la planta", explica Johana. Y, para que la imaginación no se pierda en un abismo galácticamente lejano, ella coloca mensajes clave que ayudan al espectador a permanecer en este universo enigmático. Uno de esos mensajes dice, por ejemplo, “Protección”:

"Me gusta mucho el estado del lirio de agua. Lo elegí por su forma y por su color morado oscuro", continúa Johana Trayanova. "Después de leer sobre ella, me di cuenta de que en realidad es una flor venenosa, pero también sirve como antídoto para el veneno. Por ejemplo, si te muerde una serpiente venenosa, el lirio se convierte en la cura. Así que lo presenté de una forma ligeramente depredadora, con la idea en mente de que la mujer como protección".

Para aportar fuerza y color, e incluir los espacios para los mensajes codificados en cada fotograma, la artista utiliza una vieja Polaroid. Algunas de las piezas las deja envejecer en botes de agua y detergente, y otras las cuece en una olla junto con trozos de remolacha. "Me gusta mucho ese suave elemento de herida, y de desenfoque, que dificulta al espectador a la hora de descifrar la imagen y le da la libertad de asomarse dentro de sí mismo", añade Johana. Otro hilo conductor para lograr este efecto, son las pinturas sonoras de Deyan Tsviatkov, que acompañan a las fotografías y que representan una parte fundamental del espacio audiovisual de esta exposición, cuyo propósito es, a fin de cuentas, “sumergir” a su público en el mundo que recrea.


Autor: Diana Tsankova

Versión en español: Alena Markova

Fotos: Johana Trayanova, Diana Tsankova



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