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Galiley Simeonov espiritualiza la memoria de los héroes nacionales búlgaros en retratos

El modesto genio del Noroeste de Bulgaria duda del valor de su arte hasta su último aliento

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Foto: BTA

La Galería de Arte "Kiril Petrov" de Montana decoró su espacio expositivo con 27 obras del distinguido artista gráfico prof. Galliley Simeonov, rindiendo homenaje a su arte con motivo del 95 aniversario de su nacimiento.


"La exposición retrospectiva presenta obras emblemáticas de su carrera, realizadas con las técnicas de la aguja seca, la litografía y la monotipia", afirma Nikola Minchev, empleado del museo. "Muy característico de él como artista es la extraordinaria adoración que siente por los grandes héroes nacionales, por su poder espiritual y su significado en nuestra historia. Una figura importante entre ellos es Vasil Levski, a quien pintó muchas veces, y está representado en la exposición por tres retratos. También exponemos paisajes de la naturaleza búlgara y de su tierra natal, así como obras que interpretan la historia de Bulgaria".


Nikola Minchev explica el interés de Galiley Simeonov por Vasil Levski, Hristo Botev, Iván Vazov y Yordan Yovkov, cuyas imágenes espiritualiza en la sábana blanca, con el amor a la memoria nacional, característico de la generación del artista.

"El Prof. Simeonov trabaja exclusivamente en el campo del arte gráfico, y con su sombreado de blanco y negro logra un gran contraste, que siempre está cargado de una especial emotividad", explica Nikola Minchev sobre el impacto de sus obras. "El contraste entre el blanco y el negro muestra en realidad el drama de la vida y quizá incluso de la época".


Galiley Simeonov nació en 1929 en el pueblo montano de Gavril Guenovo.

En el instituto de Berkovitsa estudió con el escritor Yordan Radichkov (dos veces candidato al Premio Nobel), y en la Academia de Arte recibió clases del Prof. Ilija Beshkov. Mantiene el contacto con estas notables personalidades y habla de ellas con reverencia. El respeto y la veneración por el talento de otras personas también son evidentes en su actitud hacia su propia obra.


"No solo era un gran artista, sino también un hombre humilde. De hecho, la modestia es inherente a muchos grandes artistas: sienten respeto por lo que han logrado, por la gente que ha vivido y creado antes que ellos, intentando, si pueden, aportar más con su arte".

A pesar de ser dotado de un inmenso talento, Galiley Simeonov nunca intenta destacar. Lo único que le llena de sentido es pintar.


"Inmediatamente después de graduarme en la Academia, huí de allí. Me destinaron a trabajar en Vratsa como profesor y, aunque tuve tentaciones, enseguida me dirigí a mi pueblo y vine aquí", recuerda. Mientras pronuncia las palabras, sostiene frente a su cara un gran retrato gráfico con la parte superior ligeramente rasgada: "Es un dibujo de mi padre. Después de una exposición conjunta de tres de mis obras que causó una gran impresión, me llamaron para decirme que la Academia estaba abierta a mí y que querían que fuera a dar clases allí".


En la casa de su abuelo, el artista encuentra un refugio que lo separa de la vanidad del mundo artístico. En medio de la grandeza de la naturaleza, deja que su espíritu se eleve y, en contacto con el mundo invisible, alcanza el estado en el que una fuerza de otro mundo guía su mano artística.

"Todo lo que he hecho aquí, creo, venía a pedir de bocas del pasado y de este vínculo que tengo con la casa de mi abuelo", dice el artista, mientras el coro de gansos del patio confirma cada una de sus palabras. "He ido mucho a Berlín y a Roma, pero nunca me he puesto a hacer nada. Lo que he hecho está aquí, en la casa de mi abuelo. Siempre he vuelto aquí".


En medio de la miseria de su casa natal, quemada e intacta por el tiempo, pintó hasta el último aliento en su propio orden, creado con los ojos abiertos a la inmensidad. Dice que entre el "cariño infantil" de los gansos de su patio se siente extremadamente feliz, añadiendo una dosis de superstición: "Demasiado de algo bueno no es bueno".


Aunque se le describe como el mejor artista gráfico búlgaro, cuyas obras son dignas de figurar junto a las de los clásicos reconocidos de los artistas búlgaros, Galiley Simeonov ha tenido durante toda su vida dudas sobre el valor de su arte.

"No esperaba que me guardaran lo que pintaba. Todo está recogido aquí: mis manifestaciones de los buenos años creativos. En cuanto a si lo que he hecho es algo sustancial, grandioso, no puedo decirlo. No puedo. No lo sé", admite.


"No es casualidad que el Prof. Simeonov sea llamado 'el último clásico vivo del arte gráfico nacional'", añade Nikola Minchev. "Y no es solo su maestría técnica lo que hace de sus obras algunos de los ejemplos más brillantes del arte autóctono, sino también su actitud. En Galiley Simeonov, la profesionalidad en la ejecución se une a una viva conmoción artística, transformando temas significativos".


El prof. Simeonov nos abandonó el 1 de noviembre de 2021 en un mundo ordenado a su gusto. Antes de partir hacia el paraíso celestial, el creador nos legó un sencillo consejo:

"Debemos mirar con un poco más de fe en nosotros mismos y preservar lo que llevamos en lo más profundo de nuestra naturaleza".

Autora: Diana Tsankova (se han utilizado palabras de Galiley Simeonov de la película "Un santo del noroeste")

Traduccíón y publicación: Borislav Todorov

Fotos: BTA




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