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Equipamiento búlgaro de nuevo vuela en el espacio

Снимка: EPA/BGNES
Equipos búlgaros vuelan de nuevo en el espacio abierto, esta vez en el marco de dos proyectos internacionales para la exploración espacial. Estos dispositivos son parte de un experimento relacionado con el análisis de la situación en torno a la Estación Espacial Internacional (ISS). Además, equipos de alta tecnología búlgaros se han dirigido hacia la órbita de la Tierra como parte de una misión que busca respuesta a la cuestión de cómo reaccionaría el cuerpo humano durante un vuelo espacial prolongado. La tarea principal de los cosmonautas de la ISS consistirá sobre todo en salir al espacio abierto, instalar equipos, trabajar en los paneles solares de la estación, así como en comprobar los sistemas utilizados durante el atraque a la estación de las naves espaciales procedentes de la Tierra. Por tanto, es esencial conocer muy bien el entorno de la estación. Así, entre la comunidad espacial nació la idea de un proyecto de gran escala, intitulado Ambiente, con la participación de 7 países, entre ellos Bulgaria. Su cometido es examinar los campos electromagnéticos alrededor de la estación, el estado del plasma espacial, su temperatura y concentración, así como su potencial eléctrico.

La ISS pesa más de 500 toneladas y representa en sí un objeto espacial individual. Independientemente del vacío en que se encuentra, el potencial eléctrico en la superficie de sus módulos puede alcanzar hasta 200 voltios. Las embarcaciones que llegan de la Tierra, sin embargo, tienen un potencial eléctrico mucho más bajo y esto a veces dificulta su acoplamiento con la estación. Por eso es sumamente importante determinar las condiciones alrededor de los módulos. Los científicos esperan que el problema quede superado con la ayuda de los equipos enviados a mediados de abril.
Los cosmonautas de la ISS necesitaron seis horas y media para instalarlos en el espacio abierto. Los sensores esféricos montados en barras apartadas de la estación medirán el potencial eléctrico de los diferentes módulos de ésta.

Los dispositivos de alta tecnología en cuestión son un producto del Instituto de Investigaciones y Tecnologías Espaciales adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria –dice, orgulloso, su director, el Prof. Pétar Guétsov, y prosigue –: Nuestros aparatos son dos: la sonda de Langmuir, que analiza los parámetros del plasma espacial, es decir, el área alrededor de la estación, y que ha sido elaborada con participación búlgara; el segundo aparato sirve para medir el potencial eléctrico de la ISS usando sensores esféricos. Estos dispositivos se fabrican en Bulgaria desde hace 30 años y hasta el momento han sido utilizados en una serie de satélites y estaciones orbitales. De modo que son dos componentes esenciales del complejo a gran escala para el experimento Ambiente. Se trata de desarrollos búlgaros originales.

Son patente búlgara también los dosímetros Lulin, que a mediados de abril volaron en la órbita alrededor de la tierra a bordo de un satélite biológico en el marco de otra misión con participación búlgara. El experimento se llevó a cabo de cara a una futura misión a Marte. Pétar Guétsov ofrece más detalles sobre la participación de Bulgaria en este proyecto:

El objetivo es ver cómo la radiación, la ingravidez y los demás elementos del Cosmos cercano afectan a los organismos vivos durante el vuelo. Nuestros dosímetros a bordo son 4 y forman parte del complejo de equipamiento científico que examina el impacto del medio ambiente espacial sobre las diferentes especies animales.

Bulgaria comenzó la producción y el uso de los dosímetros Lulin hace 25 años incluyéndolos en el programa científico asociado con el vuelo del segundo cosmonauta búlgaro, Alexander Alexándrov. Con el desarrollo de la tecnología, sin embargo, estos dispositivos fueron perdiendo volumen y peso y en la actualidad los dosímetros búlgaros son ligeros como una pluma. Durante el vuelo de Alexándrov, en los 80 del siglo pasado, estos aparatos pesaban unos 2 a 3 kg, en tanto que hoy en día, los dosímetros montados a bordo del satélite biológico pesa sólo unos gramos. 

Versión en español por Daniela Radíchkova
По публикацията работи: Veneta Nikólova
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