A pesar de las persecuciones, sin embargo, la tradición ha logrado sobrevivir y hoy se practica en una sola aldea, la de Bulgari, en el Sureste del país.

Por cierto, no todo el mundo puede ser nestinar. Los pocos elegidos parecen entrar en trance al son de melodías rituales, tocadas a la gaita con acompañamiento de tambor, y aunque pisan descalzos las ascuas vivas, los nestinar nunca sufren quemaduras. Se cree que la gran fogata que se prende en la plaza ahuyenta los malos espíritus y las desgracias, trae salud y purifica los espíritus de los presentes. Por esto muchas veces los nestinar llevan en brazos a los enfermos para que se curen.

El arte de los nestinar se transmite por herencia. El bailador mayor nombra a su sucesor cuando ya deja de sentirse con fuerzas para bailar. Esto se hace en presencia de todos los nestinar de la aldea. Si tiene hijo, el nestinar lo nombra a él, y si tiene una hija, le transmite a ella su fuerza y habilidad.
En el día San Constantino y Santa Elena, a primer hora de la mañana, todos los vecinos de la aldea salen en una procesión, precedida por los nestinar. Detrás de ellos tres jóvenes llevan los iconos de San Constantino y Santa Elena y así la procesión llega hasta una fuente, considerada sagrada, cerca del pueblo. Allí se bendicen los iconos y todos bailan en ronda un joró tradicional.

Luego la procesión recorre la aldea y los nestinar entran en la capilla donde se guardan los iconos de los dos santos. Pasan todo el día dentro, escuchando el son del tambor ritual que les hace entrar en trance. Entonces se ponen a bailar alzando en manos objetos rituales: iconos, pañuelos, veladoras.

Mientras tanto, en la plaza del pueblo, se prende una fogata que se aviva durante todo el día por el nestinar, hombre o mujer, más viejo que ya no ejecuta la danza ritual por su edad avanzada. Al anochecer las ascuas se extienden en forma de un círculo de dos metros de diámetro y 5 ó 6 centímetro de grosor.

Los primeros en poner el pie dentro son los nestinar viejos que antes han dado tres vueltas al círculo, para atravesarlo luego en forma de una cruz. Apenas después comienza la propia danza ritual cuando el o la nestinar entra en el círculo con un grito desgarrador. Los bailadores pisan firmemente las ascuas humeantes, alzando en brazos el icono con las efigies de San Constantino y Santa Elena, adornado de flores.

Muchas veces, mientras estén en trance, hacen distintas profecías. Poco a poco la danza se vuelve más lenta, los movimientos – más suaves hasta que por fin el baile ritual termina. Lo curioso es, como decíamos, que después el bailaor o bailaora no presentan quemadura alguna en las plantas de los pies.

Una vez terminado el rito, a eso de la medianoche, los iconos y el tambor son recogidos la capilla. Después la procesión acompaña al nestinar principal hasta su casa.

Terminamos esta información con un joró típico que se suela interpretar durante esta peculiar fiesta búlgara.

Por Albena Bezovska

Versión en Español de Katia Dimánova