Si en Bulgaria se hiciera una encuesta sobre el periodista extranjero con mayores méritos para este país, sin duda, los consultados señalarían en primer lugar al norteamericano Januarius Aloysius MacGahan (1844-11878). Su carrera periodística abunda en misiones realizadas a puntos de especial riesgo por el mundo. MacGahan dio cobertura a la Guerra Franco-Prusiana, la Comuna de París, la campaña del general ruso Skobelev en Asia Central, la expedición ártica Pandora, de Gran Bretaña, etc. Entre los búlgaros, MacGahan se ha merecido la inmortalidad por sus correspondencias sobre el Levantamiento de Abril de 1876, punto culminante de las luchas independentistas de los búlgaros contra la dominación otomana, y sobre la Guerra Ruso-Turca de 1877 y 1878, que resultó libertadora para Bulgaria.
En 1876, el periódico londinense Daily News destinó a Januarius Aloysius MacGahan a Bulgaria tras el dramático aplastamiento del levantamiento de los búlgaros en abril de 1876 contra la dominación otomana. Con sus reportajes, el periodista logró invertir la postura de la opinión británica a este respecto, que hasta aquel momento se había atenido a la política oficial de mantener la integridad del Imperio Otomano para tener a Rusia lejos de los estrechos del Mar Negro. Acompañado por el cónsul norteamericano en Constantinopla, Eugene AcHuyler, y por el diplomático ruso, príncipe Alexey Tsereteli, MacGahan recorrió las regiones insurrectas y describió al mundo lo visto allí. Visitó los lugares en que fueron cometidas las mayores atrocidades como, por ejemplo, el pueblo de Batak, en que la mayoría de los vecinos fueron masacrados por las unidades paramilitares osmanlíes. Vio “bebés que habían muerto pasmados por el destello del sable”, gran número de cadáveres semiquemados de personas que habían buscado refugio en la iglesia, y tantas cosas más…
MacGahan se enzarzó en polémica con el primer ministro británico de la época, Benjamín Distraeli, sobre las víctimas de aquel levantamiento. “Según el sr. Disraeli no es un gran delito el que fueran matadas miles de personas inocentes sino el que los periódicos publicaran la cifra 30 mil, siendo que los datos oficiales señalaban solo 25 mil…”, escribió el periodista. Se identificó con la causa búlgara el líder de los liberales británicos, William Ewart Gladstone, quien publicó en una tirada enorme su opúsculo, “Las atrocidades en Bulgaria y la Cuestión de Oriente”. Fue logrado un viraje sustancial: en Gran Bretaña fueron organizados miles de mítines y congregaciones en apoyo a los búlgaros.
MacGahan se ganó la admiración del público no solo por su valentía sino también por la brillantez de su pluma periodística. El corresponsal describió las atrocidades, pero también la prosperidad de la nación búlgara que con la inteligencia y la destreza de sus artesanos, comerciantes y maestros estaba renaciendo de las cenizas de la historia. Dedicó elogios especiales al sistema de enseñanza búlgaro que la población había creado con medios propios, sin ninguna ayuda de los gobernantes. “No hay un solo niño búlgaro que no sepa leer y escribir”, señalaba el periodista. “El porcentaje de los alfabetizados en Bulgaria es tan alto como en Inglaterra y Francia”.
Es particularmente impactante el ensayo de MacGahan sobre la maestra Raina Popgeorgieva, llamada por el pueblo búlgaro Raina la Princesa, que cosió a mano la bandera de los insurrectos de la ciudad de Panagyurishte y la enarboló, montada sobre un caballo. El periodista describe el encantador semblante de una joven bella e inteligente que en la Bulgaria subyugada había alcanzado una realización profesional digna de toda maestra británica o norteamericana. Luego, el periodista expone las espeluznantes torturas a que fue sometida Raina Popgeorgieva en las cárceles osmanlíes. Gracias a la presión ejercida por los cónsules extranjeros en Plovdiv, la maestra fue puesta en libertad y enviada a Moscú.
En 1877, Rusia le declaró la guerra a Turquía y MacGahan se dirigió una vez más a los puntos más candentes del acontecer de la época. Tuvo la suerte de dar cobertura informativa de la decisiva batalla por el puerto de Shipka, en agosto de 1877, cuando un puñado de soldados rusos, asistido por voluntarios búlgaros, frenó el avance del ejército de Soliman Bajá, que lo superaba en número con creces. Al quedar sin municiones, los soldados rusos y los voluntarios búlgaros echaron mano a las piedras, los troncos de árboles y los cuerpos de sus compañeros caídos para repeler al enemigo… Pronto en Occidente se comenzaría a hablar de la batalla en Shipka como de las Termópilas búlgaras, por analogía con la hazaña de los espartanos en la pugna contra la invasión persa en Grecia. MacGahan remitió reportajes también sobre el sitio de la ciudad norteña de Pleven (llamada a la sazón Plevna). En la vanguardia del general Skobelev, que realizó una campaña sin igual a través de las cadena montañosa de los Balcanes, intransitable en invierno, para llegar a San Stefano, una población situada al oeste de Estambul, donde el periodista fue testigo de la firma del acuerdo que Rusia impuso al Imperio Otomano tras su victoria en la guerra ruso-turca de 1877-1878. El periodista visitaba a un amigo suyo enfermo de fiebre tifoidea. Al asistirle, él mismo contagió la enfermedad. Murió en Estambul un 9 de junio de 1878, no habiendo cumplido aún los 34 años. Más tarde sus cenizas fueron trasladadas a New Lexington, la ciudad en que había nacido. En la lápida que orna hoy su tumba se puede leer: MacGahan, el libertador de Bulgaria. A su lado está el busto del valiente periodista que Bulgaria ha montado allí en señal de reconocimiento de la noble obra. Y en la propia ciudad de Lexington hay una estatua de MacGahan de cuerpo entero, obra del escultor búlgaro Lyubomir Dalchev, que a finales del siglo pasado vivió en EE UU. Monumentos a MacGahan hay también en toda Bulgaria, y en diferentes ciudades del país hay calles que llevan su nombre.
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