Cada año, al final de la Cuaresma, el mundo cristiano espera, tembloroso de emoción, la noticia sobre el triunfo de la luz sobre las fuerzas de la oscuridad: La Resurrección de Jesucristo. Los preparativos para este gran día comienzan el Sábado de Lázaro, cuando Cristo hizo resucitar a su amigo muerto Lázaro. Por ello en los cánticos ortodoxos entonados en este día durante la liturgia festiva, el Hijo de Dios es glorificado como símbolo de la Resurrección y la Vida. La doctrina del Cristianismo es el perdón. “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. En esto reside el sentido de los sufrimientos de Cristo en la Cruz: nuestra redención del pecado.
En estos días, la Iglesia insta a los fieles a recordar el sacrificio voluntario del Redentor y su caridad; que sientan los sufrimientos del prójimo, porque todo dolor es una partícula del martirio de Cristo en la cruz. Tal como la persona, al experimentar el más grave suplicio, se olvida de comer y hasta de beber agua, en Viernes Santo los fieles no ingieren alimentos ni agua. Así dan expresión a su solidaridad con los terribles sucesos en torno a la muerte del Salvador en la cruz.
En viernes santo, al amanecer, antes de la misa, en el centro de la iglesia sobre una mesa alta se coloca la simbólica Tumba de Cristo, cubierta con el Sudario. Sobre éste se ponen el Evangelio, la Cruz y flores blancas. Después de la misa los cristianos ortodoxos se acercan a la tumba de Cristo, hacen una reverencia ante la imagen del Salvador bordada en el Sudario, la besan, luego besan también el Evangelio y la cruz, dejan unas flores, se agachan y pasan por debajo de la mesa, es decir por debajo de esta tumba simbólica. Luego, hacen sendas reverencias ante la Gran Cruz y ante las imágenes de la Virgen María y de San Juan el Teólogo, las besan y abandonan con humildad el templo.
Muchas personas ejecutan este rito como augurio de buena salud, para pedir prosperidad y repeler el mal. Sin embargo, los verdaderos cristianos expresan de esta forma su admiración y agradecimiento a Cristo que se sacrificó para salvar a la Humanidad. Durante el rito, el sacerdote reparte entre los cristianos ramitas de geranio como una bendición y apoyo espiritual. El geranio simboliza la esperanza por el inminente acontecimiento preclaro: la Resurrección de Jesucristo.
Versión en español por Raina Petkova
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