Luz, esperanza, vida más allá del dolor y el sufrimiento. Los búlgaros conciben la Pascua de Resurrección en estos términos. Este día todos se vuelven personas mejores, más buenas, más sonrientes y abiertas al amor universal que fluye de toda la naturaleza transformada.
La preparación para este gran acontecimiento comienza a principios de la Semana Santa cuando la Iglesia durante las misas nos hace recordar los últimos días de la vida terrenal de Jesucristo, desde su entrada en Jerusalén hasta su crucifixión. El camino que conduce al magno acontecimiento pasa por la participación en la pasión del Redentor. Todas las misas nos mueven a meditar una vez más sobre los valores espirituales. Los hábitos que visten los sacerdotes son de violeta oscuro, el color de la penitencia.
Igual que no existe alegría sin dolor, la Resurrección viene tras momentos de profundo sufrimiento que limpia la conciencia de las pasiones del día a día para preparar a los creyentes para la esperada Pascua. No es casual que la llamen fiesta de las fiestas, ya que colma los corazones de esperanza de vida eterna y salvación, y da sentido a la fe cristiana.
Símbolo de esta esperanza hecha realidad es el Fuego Sagrado que cada Sábado Santo llena de luz la Tumba de Cristo. En los primeros minutos su llama no quema y no daña las manos y la ropa, por lo cual, los creyentes acarician sus rostros con ella. A juicio del científico ruso Andrey Volkov, doctor en física y matemáticas, esta llama de veras tiene origen divino. Con la ayuda de instrumentos especiales, el científico ha comprobado que durante la aparición del Fuego Sagrado se produce una culminación de los campos electromagnéticos. “Ya está claro que el Fuego Divino no ha sido creado por personas”, dice Volkov. “Esto no es una mentira, sus “huellas” físicas pueden ser medidas. Esto es una materialización de lo divino, es un milagro. No hay otras palabras que puedan calificarlo”.
Cada año el mundo ortodoxo espera con gran emoción este fenómeno divino para llevarse un trozo de la caridad de Dios a su casa. Desde hace algunos años, con el apoyo de donantes privados que aseguran su transportación desde Jerusalén, el Fuego Sagrado llega a los templos ortodoxos. De este modo, todo creyente que presenció la misa festiva tiene la posibilidad de santificar su casa con él.
La misa solemne de la Pascua comienza por la noche del Sábado Santo y continúa hasta las primeras horas del domingo. Los templos, sobre todo de las grandes ciudades búlgaras, están repletos de gente de todas las edades. Poco después de la media noche, el sacerdote saluda a los creyentes que han acudido a la misa con las palabras “¡Jesucristo ha resucitado!”, después de lo cual todos comienzan a saludarse diciendo: “¡Jesucristo ha resucitado!”, “¡En verdad ha resucitado!”.
Los cristianos intercambian huevos coloreados de rojo, símbolo de la Resurrección. Después de este saludo, gran parte de los creyentes se van a casa y se quedan solo las personas que desean recibir la comunión. A finales de la misa matutina pascual se lee el Mensaje de San Juan Crisóstomo, con el cual se incita a todos quienes hayan guardado los ayunos y a quienes no lo hayan hecho a que abracen la caridad de Dios mediante la comunión. El domingo, por tradición, los búlgaros se reúnen en la mesa festiva con sus familiares y seres queridos.
“Nos reunimos todos los miembros de la familia y esto nos produce una gran alegría,” dice al salir del templo Veselin Yolov. Recibimos la fiesta de muy buen humor y todo es muy especial”.
“Relaciono estas fiestas con estar al lado de mi familia y sentir su presencia y su cariño. En la vida cotidiana solemos pasar por alto estas cosas. Tal vez lo que trato de hacer en estos momentos es pensar más en estos valores”, dice Maya Stefanova.
Para la pequeña Yoana la fiesta es…: “Un motivo de orar para que Dios nos envíe salud, felicidad y amor”. Su amiga Victoria agrega: “Rezo por la salud, la buena suerte y el amor de mi familia. Sobre todo por la salud y la felicidad de todos los búlgaros”.
Versión en español por Hristina Taseva
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