Pronto una casa acogedora en la aldea de Karabunar, Bulgaria del Sur, no gozará de la presencia de sus dueños con la misma frecuencia que en los últimos años. El jefe del Goethe-Institut, Rudolf Bartsch, se marcha de Sofía al cabo de siete años en la directiva de esta prestigiosa institución, habiendo realizado una serie de exitosos e impresionantes proyectos culturales.
En la Europa unida y diversa, en la que en los últimos años parece consolidarse cada vez más la influencia de los nacionalistas, el intercambio cultural es una de las oportunidades más valiosas de los europeos para conocerse unos a otros.
“La cultura es un buen instrumento de influencia en ámbitos muy diferentes. Un tema concreto podría ser desarrollado en un congreso científico pero resultaría seco en comparación con un proyecto cultural. Además, la cultura es de gran valor, porque es un medio de comunicación universal entre la gente de distintos países. El mejor ejemplo en este sentido es la música”.
Aparte de un medio de comunicación, la cultura se vuelve cada vez más en un factor económico. La amena cartelera de espectáculos brinda atractivo a toda ciudad en los ojos de los turistas, pero también supone grandes inversiones. Esto es válido para Sofía, una ciudad que aspira a la Capitalidad Europea de la Cultura, 2019.
¿Cómo puede la cultura convertirse en un factor económico rentable?
“Los eventos interesantes atraen al público, y atraen también fondos. La Capitalidad Europea de la Cultura garantiza mayor publicidad y una mejor y más amplia cobertura mediática europea, así como inversiones de la UE. La gente muchas veces piensa que la cultura es un lujo de más, una decoración cara de la que uno fácilmente puede prescindir. Es difícil calcular su valor en términos puramente monetarios y muchas personas se han devanado los sesos sobre esta cuestión. Muchos políticos se equivocan creyendo que es más fácil ahorrar fondos de la cultura y subestiman su importancia para la economía del país”.
La economía búlgara desde hace mucho no va bien y desde hace un año vivimos en una situación de inestabilidad política. Las protestas del verano pasado todavía resuenan bajo las ventanas del despacho de Rudolf Bartsch en Goethe-Institut.
¿Cómo ve él a Bulgaria un año después del comienzo de aquellas protestas? ¿Ha nacido una sociedad civil durante las mismas?
“Me es difícil responder, puesto que quisiera que la sociedad civil en Bulgaria se estabilice, sobre todo en medio de los jóvenes. Las nuevas generaciones de búlgaros están abiertas al mundo y miran a su país a través del prisma de los acontecimientos mundiales. Espero que los jóvenes sean el motor de unos cambios a largo plazo, y que sean ciudadanos activos. En este sentido veo un rezago de Bulgaria. Espero que los jóvenes no abandonen este país, sino que tomen las riendas del destino de Bulgaria en sus manos. Históricamente, los 25 años desde el inicio de la transición democrática no son un periodo muy largo. Somos testigos de una transición muy difícil que requiere mayor paciencia. Sin embargo, esto no significa sentarse de brazos cruzados y no hacer nada”.
Versión en español por Ekaterina Bobeva
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