“Nadie puede convencer a los búlgaros a que odien a los judíos”. Esto dijo el embajador de Alemania en Sofía en 1943, Beckerle, tras el último intento fallido de las autoridades alemanas de organizar la deportación de los judíos búlgaros a los campos de la muerte nazis. Al final de la II Guerra Mundial, sumaron cerca de 6 millones los judíos matados por los nazis. Bulgaria logró salvar a sus ciudadanos de origen judío en una época de inseguridad, caracterizada por una elevada exacerbación de las relaciones interestatales. Con ayuda de algunos registros documentales que guarda el Archivo Sonoro de Radio Nacional de Bulgaria nos trasladaremos al dramático año 1943.
“Para la mayoría de mis coetáneos nacidos en otros países europeos, semejante retorno equivale a un encuentro estremecedor con las tumbas de sus madres, padres, hermanos y hermanas. Yo, que he nacido aquí y cuya infancia transcurrió en este magnífico país, visito Bulgaria por segunda vez en los últimos años y lo hago con gran satisfacción y amor. Ustedes, los búlgaros, se mostraron diferentes de los demás pueblos europeos. Gracias a esa diferencia histórica estamos hoy aquí, en este histórico acontecimiento internacional conmemorativo de la salvación de los judíos búlgaros. Hubo pueblos que intentaron ayudar a los judíos perseguidos por los nazis. Hubo pueblos que lograron en parte salvar a algunos judíos, pero es un hecho históricamente reconocido que la mayoría de los pueblos europeos se resignaron ante la bestial “solución final extrema” de Hitler y que en muchos casos incluso ayudaron su realización”.
Esto declaró Shulamit Shamir, esposa del ex primer ministro israelí, Isaac Shamir. La grabación fue hecha 45 años después de un acontecimiento histórico excepcional durante la II Guerra Mundial: la salvación de los judíos búlgaros.
La aprobación de las leyes antisemitas y las represalias contra los judíos en Europa comenzaron ya a mediados y finales de los años 30. Después de Alemania, aprobaron leyes anti judías Rumania, Eslovaquia, Hungría. En Francia y Bélgica, ocupadas a la sazón, fueron creados campos de concentración.
En 1942, en una conferencia celebrada en Berlín, fue tomada la “decisión definitiva” de aniquilar a los judíos en Europa. Se procedió a su deportación en masa a los campos de concentración desde todos los países ocupados y aliados del llamado Eje en la Segunda Guerra Mundial, integrado por Alemania, el imperio de Japón e Italia, y ayudado por otros países.
En los listados con el número de judíos que debían ser aniquilados en cada uno de los países, Bulgaria figuraba con 48 mil hebreos. He aquí el relato de Shulamit Shamir sobre aquel trágico momento:
“Es un hecho históricamente reconocido que de todos los países aplastados por la bota nazi, en el período más oscuro de la historia de Europa y del pueblo judío, fueron salvados únicamente los judíos de Bulgaria. Es algo que recordaremos siempre. ¡Honramos y glorificamos al noble pueblo búlgaro! No es que el verdugo alemán no quisiera llevar al matadero a los judíos búlgaros. Se sabe que las lanchas de remolque que debían transportarlos hasta los campos de la muerte estaban listas en los puertos sobre el Danubio. Centenares de de miles de judíos ya habían sido reunidos para ser trasladados a los puertos sobre el gran río europeo desde los que partirían para los campos de la muerte. También los trenes con que serían transportados a esos puertos estaban preparados en las estaciones ferroviarias. Entonces la historia vio y vivió un admirable fenómeno. Todo un pueblo, sus intelectuales y sus obreros, sus campesinos y sus habitantes de las ciudades, la Iglesia, el Santo Sínodo, hombres y mujeres, se sublevaron contra el poder fascista para salvar a sus conciudadanos judíos en aquel período infernal”.
La política búlgara de adhesión al Pacto Tripartito y en materia de la cuestión judía derivaba de la voluntad de los gobiernos y del monarca de unificar a Bulgaria tras la derrota sufrida en la Primera Guerra Mundial y los recelos de que el país se viera aplastado por el Wehrmacht, lo mismo que varios otros países europeos. Por eso, a finales de 1940, en el Parlamento fue aprobada la llamada Ley de defensa de la nación, dos meses antes de la adhesión de Bulgaria al Pacto Tripartito. No obstante las protestas por su inconstitucionalidad, la ley fue promulgada e introdujo una serie de prohibiciones para la comunidad judía y un enorme impuesto sobre sus bienes.
En febrero de 1943, bajo presión alemana, fue firmado el Convenio Belev-Danecker que contemplaba que de los llamados “nuevos territorios” en la Tracia del mar Egeo, Macedonia del Vardar y la región de Pirot fueran deportados unos 20 mil judíos. No obstante, su número real en esos territorios no superaba los 14 mil. Ello forzó al Comisionado para los Asuntos Judíos, dirigido por Alexander Bélev, a que incluyera en este número a unos 6 a 8 mil judíos de los “territorios antiguos”, es decir de las regiones de Kiustendil, Plovdiv y Pazardzhik.
Este plan fue frustrado por el vice presidente del Parlamento, Dimitar Peshev, y varios diputados que se habían enterado de su existencia. Para frenar posibles planes subsiguientes de deportar a judíos búlgaros, Peshev tomó la iniciativa y redactó una carta de repudio de los propósitos secretos del gobierno. Apoyaron el mensaje 43 diputados con sus firmas. Como resultado de ello, Peshev fue separado de la vicepresidencia del Parlamento, pero su proceder resultó decisivo para la salvación de los judíos búlgaros.
Hubo otro intento de resolver la “cuestión judía” ese mismo año: Alemania reclamó que fueran deportados todos los judíos búlgaros, que contaban unos 50 mil. Al rey Boris III de Bulgaria le fueron ofrecidos dos planes. El uno contemplaba precisamente la deportación y el otro, el destierro de unos 20 mil judíos de Sofía al interior del país. El monarca aprobó el segundo plan. Tras una entrevista con Hitler, al negarse una vez más a enviar tropas búlgaras al Frente Este y a deportar los judíos búlgaros, el monarca falleció. Sin embargo, en la práctica, después de agosto de 1943, en Bulgaria fue puesto fin a las represalias activas.
Mientras tanto, la figura más influyente de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, el arzobispo Stefan, remitió una carta a todas las iglesias recomendando hacer lo necesario para aliviar la vida de los perseguidos.
“Es un capítulo admirable de la historia del pueblo búlgaro y de la historia del pueblo judío. Este episodio común de la historia de los dos pueblos puede servir de base para una fuerte vinculación espiritual entre ellos”, manifestó Shulamit Shamir 45 años más tarde, confirmando la constatación hecha por el embajador alemán en Sofía en 1943 de que no había manera de hacer que los búlgaros odiaran a los judíos.
Versión en español por Raina Petkova
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