Por una feliz coincidencia, dos de los nombres más brillantes de la elite intelectual francesa, Julia Kristeva y Tzvetan Todorov, estarán esta semana en Bulgaria. Independientemente el uno del otro, los dos pensadores de origen búlgaro participarán en foros dedicados al presente y al futuro de Europa. La renombrada filósofa, especialista en lingüística, feminista y psicoanalista Julia Kristeva recorrerá lugares relacionados con su juventud y se reunirá con familiares y amigos del colegio y de la universidad. La acompañará la profesora de la Universidad de Harvard, Alice Jardine, que está trabajando sobre un libro biográfico dedicado a esta emblemática feminista europea. “He decidido realizar estas reuniones, porque pensé que esta podría ser mi última visita antes de entrar en la vejez profunda”, ha dicho Julia.
La crisis que vive Europa coloca en el orden del día una recon sideración de los valores democráticos, opina la catedrática Kristeva. Su ponencia sobre este tema en la Universidad San Clemente de Ojrid de Sofía, donde ella estudió, será presentada en búlgaro. Sin embargo, en el debate académico después de la ponencia la filósofa contestará en francés, el idioma en que se siente más segura. Esta misma lengua ha elegido ella para la entrevista que concedió a Radio Bulgaria. “Tengo una mente anfibia, bromea Julia Kristeva. La mitad es búlgara, la mitad francesa.”
¿Cuáles son los temas, relacionados con Europa que le inquietan hoy en día?
Soy muy sensible a la actual crisis en Europa, que es más que una crisis, es un proceso constante de cuestionar internamente y replantear los valores democráticos actuales. Como intelectuales, podemos ayudar a encontrar una solución o al menos una salida pragmática. Uno de los temas principales en mi ponencia es el de la rebelión y si es posible rebelarse hoy en día, qué significa esto exactamente y cómo ir más allá de aquellas formas de entusiasmo inspirado por los verdaderos valores que se han derrumbado convirtiéndose en totalitarismo. Mi respuesta es que la mejor rebelión es cuestionar nuestros propios valores, renovar nuestros ideales y prestar atención a cada individuo con sus capacidades artísticas y personales, replantear el humanismo y, de ahí, la importancia de las ciencias humanitarias, incluso del psicoanálisis. Al final me referiré a la pregunta de candente actualidad sobre las personas que llamo “los nuevos extranjeros”. Son las personas que se sienten excluidas del sistema democrático y de la globalización. Son los jóvenes de los barrios marginales que se convierten en yihadistas.
El tema de la rebelión es muy actual para el público búlgaro, porque hemos tenido “inviernos” y “veranos” de descontento, durante todo el año pasado la gente salía a las calles para protestar y no hemos logrado resultados significativos.
Por desgracia o por suerte, me he alejado de la realidad búlgara. Sin embargo, mi corazón siempre reacciona cuando se menciona Bulgaria. Conozco aquellos acontecimientos, pero no en detalles. Me siento en sintonía con la cultura de los países de Europa del Este, herederos del cristianismo ortodoxo y del comunismo, que es una cultura rebelde. Sin embargo, esa rebelión es diferente del término latino “révolte” tal y como lo entendemos en el Occidente, o sea como un retroceso, una rup`tura con el pasado revelando una perspectiva nueva. La rebelión es llegar al borde de la tolerancia, es el rechazo total de las reglas, el deseo de romper por completo con el pasado, sin que se ofrezca un proyecto nuevo. ¿Cómo podrían las cosas seguir siendo controlables, cando la gestión actual es completamente rechazada? No se trata de concesiones, sino de una aproximación novedosa y esto es lo más difícil. Tengo la sensación de que cuando la gente en Bulgaria se rebela, se cierra una página, pero no se abra una nueva.
Hablando de Europa, encuentro sus puntos de vista cercanos a los de Umberto Eco que opina que en la base de la cultura y de la identidad europea está precisamente la capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos. Usted vive y trabaja en tres continentes. ¿Tiene la sensación de que precisamente esto nos diferencia a nosotros, los europeos, de los demás?
Conozco a Umberto Eco desde hace tiempo y es cierto que estamos en la misma onda. Sin embargo, yo lucho por defender el orgullo de Europa, sobre todo hoy en día cuando Europa no va bien. ¿Por qué estoy orgullosa de ser europea? Porque pienso que somos la única civilización en el mundo, y mido mis palabras con cuidado, cuya identidad no es un culto, sino un replanteamiento. Esto viene de los pensadores de la Antigua Grecia, de la tradición del Judaísmo, del Cristianismo, cuyos sucesores son las mentes brillantes de Europa. Hemos puesto hincapié en la cultura de cuestionar, olvidándonos a veces de las raíces espirituales. En la actualidad hace falta mirar hacia las tradiciones religiosas y replantearlas, sin diabolizarlas ni rechazarlas. Pienso que en este sentido Europa se adelanta a su época. Nos hemos adelantado a los demás, que no se hacen preguntas y así resultan desarmados y llegan al extremismo. Ellos nos necesitan. Mantengo buenas relaciones con la universidad de Shanghái y la visito a menudo. El director de ese centro universitario me dijo hace algunos años que quería crear un instituto para el estudio de la espiritualidad europea. Le pregunté por qué y me respondió: “Nuestros jóvenes se enfrentan a conflictos personales y sociales y no saben cómo protegerse, como aproximarse a la otra persona. Ustedes en Europa tienen un modo de pensar que les ayuda a cuestionarse a sí mismos y vivir juntos. En Shanghái ya ha sido creado un Instituto de Estudios Europeos, que tengo el honor de presidir. Los chinos están conscientes del potencial del pensamiento europeo.
Versión en español: Ruslana Valtcheva
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