El acceso de Bulgaria a la zona del euro, o sea, la adopción del euro por moneda nacional en Bulgaria, es un compromiso tanto de este país como de Bruselas, recogido ya en el Tratado de Adhesión de Bulgaria a la UE. Sin embargo, en este tratado no se han fijado ninguna clase de plazos, sólo están formuladas obligaciones, el cumplimiento de las cuales, empero, está sujeto a una interpretación bastante libre. Con respecto a algunos de estos criterios Bulgaria ha actuado acertadamente, en lo tocante a otros ha habido vacilaciones, en lo concerniente a otros más, se está trabajando y se espera lograr los resultados necesarios a corto plazo. Sea como fuera, el acceso a la eurozona no es un problema que se pueda resolver de la noche a la mañana. Es un proyecto estratégico cuyo horizonte se proyecta a una decena de años.

Últimamente, empero, se vienen notando varias tendencias curiosas con respecto al problema relacionado con la implantación del euro en Bulgaria. Los hombres de negocios son partidarios, cada vez más activos de esto, e insisten en que la implementación de la moneda europea se produzca lo antes posible. La Cámara de Industrias de Bulgaria, muy influyente organización de los empleadores nacionales, reclamó recientemente de las autoridades la aprobación, hasta mediados del año en curso, de un Plan Nacional para la adopción del euro, advirtiendo que, de lo contrario, Bulgaria se transformaría en un país cada vez menos competitivo y cada vez más pobre. El jefe de Estado, Rosen Plevneliev, hombre de fuerte orientación pro occidental, apoyó delicadamente las insistentes exhortaciones de los empresarios y señaló el año 2018 como año en que Bulgaria podría entrar en la llamada sala de espera de la eurozona. Dimitar Radev, gobernador del Banco Nacional de Bulgaria y tecnócrata inveterado, advirtió, con todo, que no hay que apresurarse, sino aguardar por los resultados de las pruebas de resistencia bancaria a que serán sometidos este año los bancos búlgaros. Independientemente de esto, él tampoco pone en tela de juicio el porvenir europeo del país y el próximo fin de la moneda búlgara, la leva. Hay que decir, a propósito, que la moneda búlgara lleva ya 15 años fijada al euro, con cotización fija, y por esta razón la leva es bastante estable, lo cual beneficia tanto al sector económico como a los ciudadanos.

Para la entrada en la eurozona, sin embargo, se necesita una invitación que el Banco Central Europeo y demás instituciones europeas deberán cursar a Bulgaria. Tanto éstas como aquél no ven con buenos ojos a Bulgaria considerando este país, sobre todo, como una fuente de problemas. Es que nadie quiere crearse él mismo sus problemas. Tal es el caso, por ejemplo, de la zona Schengen. Bulgaria se ajusta a todos los requisitos formales para acceder a ella, pero desde hace años se le niega el acceso. Se señalan como causas principales por esta posición negativa y este rechazo la corrupción y el sistema de Justicia que ni funciona ni se reforma.

Estos problemas en el plano económico revisten una importancia aún mayor y se puede afirmar, casi a ciencia cierta, que sin un importante avance en el sistema de Justicia, ningún euro podrá sustituir a la leva búlgara −palabra que proviene de la que designa en búlgaro el león en español− y que este león seguirá por muchos años más agitando orgulloso su impresionante melena.

Por otro lado, no está nada claro lo que ocurrirá, tras una espera tan prolongada, con el propio euro y cuál será un día el comportamiento de los ciudadanos búlgaros con respecto a la moneda europea, puesto que con el tiempo se vuelve cada vez más tibia la afección por la moneda común.

Versión en español por Mijail Mijailov