La respuesta de Dimana fue breve: la información que todo lo tracio −entre artefactos, vestigios y otros− nos depara sobre nuestros antepasados quienes, sin embargo, no nos dejaron un legado escrito. Al menos si concebimos como una especie de pictogramas la profusa decoración de los túmulos tracios, aunque posteriores a los egipcios. En el álbum nos topamos también con fortalezas en lugares inopinados: en los altos de la Cabeza Leonina, en proximidad al río Ropotamo, con santuarios que disipan las tinieblas, como el de Belintash, en los Ródopes. Y, además, con dólmenes, llamados “huecos de dragones”, respecto a las cuales creían los búlgaros de antaño que eran madrigueras de dragones. Posteriormente fueron arrasados, por la consolidación de los sembradíos, círculos de piedra de destinación desconocida, similares a los de Stonehenge.
Este libro se ha planteado un objetivo ambicioso. Explicar en inglés a personas que no tienen ni remota idea de quiénes fueron los tracios, cómo aparecieron, cómo vivieron, cuáles fueron sus dioses, qué clase de ciudades construían, cuáles fueron sus tesoros más hermosos y por qué les tenían tanto apego a los objetos de oro. Los tracios nos legaron dos instalaciones, incluidas en la Lista de la UNESCO del Patrimonio Cultural Universal Material: el túmulo de Kazanlak y el de Svestari y otro, del Patrimonio Inmaterial, las danzas de los nestinar, explica con orgullo Dimana. (siendo la otra, Miglena Vasileva, asesora y coautora).
Como sucede en cada cita con el pasado, son numerosos los elementos sujetos a interpretación y, escasos, los hechos unívocos. Incluso, un objeto pequeño como un espejo de plata plantea la pregunta de si se tratará de simple objeto de uso cotidiano, o bien, de un símbolo más profundo.
Puede tener también una función mágica y simbolizar una parte de la historia de Dionisos devorado por los Titanes. Uno de los objetos que los Titanes utilizaron para tentarlo es un espejo. La historia relacionada con la reencarnación tiene profundas raíces tracias y el espejo es parte de estos símbolos.
Hay una nítida relación entre la cultura tracia y la helénica. Según la opinión generalizada, Dionisos es un tracio, calcado por los helenos, pero no es esto lo más importante, las dos culturas vecinas se fueron influenciando mutuamente. No cabe duda alguna sobre la conversión de los símbolos tracios en símbolos cristianos, por lo menos en lo que tiene que ver con los más importantes. La Diosa Madre se transformó en Santa Marina, una de las santas más veneradas en Strandzha, montaña búlgara en la que se han conservado en la mayor medida las creencias de los tracios antiguos. Siempre en esa zona suroriental de Bulgaria, en proximidad a la ciudad de Malko Tirnovo, descubrimos a otro santo.
Allá, en algunas iglesias uno puede ver todavía a San Jorge, pero éste no aparece pintado en un icono sino como bajorrelieve de un jinete tracio. Probablemente, los constructores de la iglesia se toparon con un santuario tracio y exclamaron: “Mira, ahí está San Jorge".
La portada del libro engancha por la salida del Sol sobre el santuario tracio Harman Kaya, al lado del cual hay otro, musulmán. Tal es también el caso del Demir baba teke, en las inmediaciones de Svestari. La fe en el vigor de la naturaleza, la fuerza del fuego y el poderío de los seres místicos han calado hondo en las creencias de las personas aún cuando piedras y otros elementos de los santuarios tracios se fueron empleando posteriormente para las necesidades de las religiones que se fueron sucediendo. No estaría de más que a la hora de preparar los recorridos por la Bulgaria “tracia” se tuviera en cuenta las rutas por la porción meridional del país, con la excepción del túmulo de Svestari −que es parte de la reserva de Sborianovo− y el museo de Vratsa.
Kimberly Crago, uno de los lectores del libro concluye su breve reseña sobre el mismo en Amazon −a pesar de habérselo comprado en una librería de Sofía-con la frase muy elocuente: ”Los numerosos megalitos y túmulos −descritos en este libro− me incitan a retornar para ver otras muchas cosas en Bulgaria.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Antoni Gueorguiev y el Museo de Historia "Iskra" de Kazanlak
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