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Carlo Petrini: “La buena comida es memoria, tradición familiar e idioma de amistad y diplomacia”

Foto: BGNES

La actividad de la gente de la red Slow Food es una moderna revolución de terciopelo, pero una revolución de todas formas, dice el promotor de la idea, Carlo Petrini. Hace días él presentó ante los lectores búlgaros su libro “Bello, limpio, justo”, las principales cualidades de la comida por las cuales lucha el movimiento mundial, Slow Food. La comida es buena, ya que es sabrosa. Es limpia porque se produce sin incidir de modo negativo en el medio ambiente, y es justa porque se respeta la labor de las personas que producen, elaboran y difunden nuestros alimentos. A juicio de Petrini, apoyando la idea Slow Food, uno se opone al consumismo, a la ganancia a toda costa y a la convicción de que nos es permitido hacer lo que nos dé la gana contra la naturaleza. Se trata de ideas contra las cuales debemos luchar de una manera revolucionaria. Necesitamos de una revolución de terciopelo, dice Petrini. 

Durante siglos  gracias a la labor de centenares de personas la cocina se ha ido convirtiendo en una riqueza y patrimonio cultural de cada pueblo, así como los monumentos arquitectónicos, el idioma y la música. A nivel mundial esta diversidad corre el riesgo de desaparecer, dice el autor y destaca que entre las principales tareas de Slow Food es defender la diversidad ya que atribuye valor a la comida.

En Bulgaria hay unos 50 alimentos que corren riesgo de desaparecer. A la pregunta de qué es lo que se puede hacer para apoyar a los pequeños productores la respuesta era breve y clara: comprar lo que ellos producen. Con su elección cada uno de nosotros se convierte en coproductor de la comida que utiliza. En Bulgaria el movimiento Slow Food existe desde hace unos 10 años y cobra cada vez más popularidad en la sociedad. Estoy curioso por ver cómo convive el patrimonio histórico de la cocina búlgara y cómo incide positivamente en toda la cultura de su país, dice Carlo Petrini.

Todos estamos en la UE y todos sabemos que el estado de la agricultura es malo. En los últimos años, los productos industriales y las grandes cadenas de distribución redujeron la enorme riqueza de productos cárnicos y alimentos tradicionales en todos los 28 países de la UE. Slow Food trabaja a favor del fomento de las economías locales, la producción agrícola, la pesca y la ganadería. Los europeos no quieren perder la riqueza de sabores. Observo que renace el interés de los jóvenes hacia la tierra y la agricultura biológica. Slow Food trabaja para que estos granjeros tengan futuro. Lograremos el cambio mediante la educación de los niños. En los últimos años en Italia, en mi ciudad natal Bra, en el norte de Piamonte, fueron creados 5000 huertos en las escuelas.

Es una manera de que los jóvenes entren en contacto con la naturaleza y la conozcan. La red y la filosofía de Slow Food se difundieron en más de 170 países del mundo entero. Solo en los EEUU nuestros miembros suman casi 100 mil. Debe recuperarse la sensación de las personas de su pertenencia a la tierra. El mundo industrializado nos alejó de ella y ahora somos testigos de rápidos cambios climáticos que son capaces de cambiar drásticamente el destino de la agricultura. Cada grado superior en la temperatura traslada las tierras labradas con 100 kilómetros al norte y a 200 metros sobre el nivel del mar. Especialmente en el hemisferio sur este cambio ya es un hecho. 

En 2005 el movimiento Slow Food organizó la primera reunión de la organización Terra Madre integrada por comunidades que trabajan en el ámbito de la comida sana del mundo entero. Se reúnen miles de campesinos y productores al por menor que necesitan ayuda para prevenir que sus producciones se conviertan en una mercancía de uso en masa. Entre ellos hubo productores de Bulgaria. Gracias a la iniciativa por primera vez se habló del queso verde con moho de la ciudad de Cherni Vit y de delicia local nafpavok que algunas familias elaboran según una receta antigua. Desislava Dimitrova promueve el movimiento Slow Food en Bulgaria.

La producción de queso verde búlgaro en la ciudad de Cherni Vit fue restablecida gracias a la ayuda sistemática del movimiento Slow Food. Sin embargo, para nosotros, los búlgaros, el lema debe ser Comida lenta pero con acciones rápidas, ya que los cambios en nuestro país son dinámicos y los productores al por menor cada día luchan por sobrevivir. Contamos con las pequeñas comunidades, los medios de comunicación y los científicos para restablecer y conservar, en la medida de lo posible, la aportación búlgara a la diversidad mundial de sabores.

Versión en español por Hristina Taseva



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