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La novela de Georgi Bardarov relata una historia balcánica de amor y muerte, pero también de esperanza

Foto: Archivo personal

El 18 de mayo de 1993, Sarajevo. Un hombre y una mujer fueron alcanzados por sendas balas en el puente de Varbanya sobre el río Milyatska. Él murió enseguida, ella logró acercarse a él gateando y abrazarlo…

La historia del trágico amor entre un cristiano y una musulmana de la asediada ciudad de Sarajevo cautiva la imaginación y se apodera de los corazones. Cuando la oyó Geogri Bardarov se dio cuenta de que las tramas más conmovedoras las ofrece la propia vida. Por esto decidió ir a Bosnia para oír la historia de los dos enamorados de boca de la gente que los conocía y para sentir las heridas en las almas de las personas que vivieron la guerra civil. Así fue creada su novela “Sigo contando los días” cuyo estreno tendrá lugar el 19 de mayo.

Cuando oí las historias de las personas me di cuenta de lo que habían sobrevivido. Este ha sido el bloqueo más cruel de una ciudad en la historia humana y duró cuatro años, cuenta el escritor. Entonces decidí ir al puente Varbanya sobre el río Milyatska donde mis protagonistas trataron de escapar de Sarajevo para escribir simbólicamente el final de la historia. Cuando fui allí, mis fuerzas me abandonaron y comencé a llorar por el dolor de todas estas personas. No es casual que una de las líneas que conforman la trama de mi novela está basada en las raíces del odio en los Balcanes, cómo es posible ser tan iguales como cultura, pasado, historia, sufrimiento, modo de expresar las emociones y odiarnos tanto a la vez.

Los asuntos étnicos y religiosos que Georgi Bardarov plantea en su novela lo tienen inquieto también desde el punto de vista profesional, ya que imparte clases sobre esta materia en la Universidad de Sofía “San Clemente de Ojrid” y opina que no hay mayor insensatez que un conflicto religioso. “Quiero desenmascarar este absurdo y por esto escribí la novela”, dice él y sigue buscando la fuente del odio.

Tal vez el odio radica en el lugar que divide dos mundos, el este y el oeste, Europa y Asia, el cristianismo y el islam, los valores europeos y el Oriente, como consecuencia de lo cual tenemos una inverosímil fusión de etnias, pueblos y religiones. Volviendo atrás en la historia cada etnia siente rencor hacia otra. La segunda causa, tal vez, es que en los Balcanes viven personas muy emocionales y es muy fácil que factores externos incendien la chispa del odio.

Para prevenir a los universitarios de los errores que acompañaron la historia de los Bacanes, Georgi Bardarov les enseña que acepten los cambios en el mundo sin pánico.

Sí, la enorme ola migratoria hacia Europa, así como el cambio étnico, religioso y racista en la población es un hecho. Sin embargo, esto ha sucedido constantemente en la historia y el mundo será cada vez más global  y cosmopolita, es que la fusión de la población es inevitable dadas las tecnologías modernas y los medios de comunicación y transporte. Otra cosa importante es la tolerancia que en estos momentos en Europa, Bulgaria incluida, se ha convertido casi en una palabra obscena. No hay algo más valioso que aceptar al otro tal como es, desde luego, siempre y cuando él no trate de apoderarse de lo tuyo. 

En este sentido el fenómeno escandaloso “Dinko” personalizado por cazadores de personas en la frontera búlgara, es significativo de nuestra actitud hacia los demás y de la ausencia de estatalidad, es categórico el escritor.

Mi novela cuenta cómo las extorsiones y los homicidios más graves en Bosnia no fueron perpetrados por el ejército oficial, sino de organizaciones paramilitares. Esto significa que nosotros tampoco tenemos Estado que cuide del bienestar de sus ciudadanos y esto puede causar graves consecuencias. El nacionalismo extremo es retrógrado –la rueda de la historia no puede recuperar los estados− naciones de la época nacional. El futuro pertenece a las nuevas identidades y me asombra que alguien pueda imaginarse que la nación puede ser eterna. Sin embargo, la Ciudad Eterna Roma, no tiene nada que ver con la Roma de los Césares y los senadores. Así que el nacionalismo extremo es peligroso y lo único que puede causar son conflictos, guerras y sangre, como sucedió durante la desintegración de Yugoslavia. 

Versión en español por Hristina Taseva



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