Hay acontecimientos históricos que exaltan a perpetuidad una nación; son acontecimientos que no sucedieron en el campo de batalla sino en el ámbito sublime de la espiritualidad. El 24 de mayo los búlgaros recordamos uno de estos acontecimientos: la creación del alfabeto que los santos hermanos y Copatronos de Europa, Cirilo y Metodio, de Salónica, obsequiaron a los eslavos. Hoy en día, ellos nos miran desde los espacios celestiales pero, ¿necesitamos, y hasta qué punto, su bendición en estos tiempos de pobreza de espíritu, de fe quebrada y valores pisoteados?
Es tan poderoso su espíritu que desde su lejano siglo 9 ven con más claridad nuestro siglo 21, escribió en una laudatoria a Cirilo y Metodio la escritora Teodora Dímova. Y si en este día, en el que Bulgaria celebra la escritura eslava y la cultura y enseñanza búlgaras, nos atreviéramos a mirar a través de los ojos de los Santos Hermanos qué hemos hecho de nuestra lengua y de la espiritualidad y la misión de enseñar que nos legaron, ¿qué es lo que veríamos?
Soy optimista a pesar de que, tal vez, debería prevalecer el pesimismo –dice Teodora Dímova– . A fin de cuentas, hemos conservado la lengua búlgara, la espiritualidad, la literatura y el verbo, y, a pesar de ser una pequeña nación, hemos dado el abecedario a los demás pueblos eslavos. Todo ello es motivo de orgullo y confianza para los búlgaros, no de patriotismo vocinglero y estruendoso.
No obstante, el libro de ensayos, titulado Lexiones, que la escritora publicó recientemente despierta pensamientos tristes sobre la ignorancia que nos rodea y que no siente vergüenza sino que es presumida y arrogante.
El título fue inspirado en un anuncio. Alguien notificaba que da lecciones de lengua búlgara escribiendo de forma incorrecta la palabra “lecciones –explica Teodora Dímova– . Me pareció como una metáfora de los búlgaros de hoy; porque precisamente esta ignorancia agresiva tiene la autosuficiencia de la que carece la gente inteligente retirada en un rincón. Y si hemos de aprender alguna lección ella sería: no ceder el paso a la agresividad pobre de espíritu, a la camarilla ignorante que se cuela a rastras por todas partes, como un tumor. Opongámonos con nuestra conducta, nuestra labor, con las relaciones entre nosotros. Además, rindamos lo debido a los demás; porque los búlgaros tampoco somos capaces de hacer eso cuando vemos a una persona que merece respeto y admiració”.
La escritora alega que encuentra motivo para optimismo en los jóvenes instruidos que han logrado mantener intactos la sensibilidad y los sentidos, y que consideran que es más interesante quedarse en la patria. Sin embargo, la pregunta que hizo hace cierto tiempo, de si los búlgaros somos un pueblo renacido o un pueblo humillado, por desgracia, sigue en pie también hoy en día.
Somos humillados porque la pobreza es deprimente y visible, en especial en el campo y las ciudades más pequeñas –señala Teodora Dímova– . Vemos los abusos, la impunidad, el Sistema Judicial y la Sanidad colapsados, y esto nos humilla a todos y cada uno de nosotros porque es la injusticia la que triunfa. No obstante, no hay que perder la fe y la esperanza de que todo esto es algo pasajero y que los criminales tarde o temprano pagarán por sus iniquidades.
La pobreza –material y espiritual– y la vulgarización, así como la propaganda permanente saturan de odio nuestro lenguaje.
La agresión por medio del lenguaje es sintomática y dolorosa, pero al enfocarla con ironía, al ignorarla y no responder de la misma manera, ella pierde fuerza –opina la escritora– . La propaganda también está omnipresente, porque es difícil distinguir el discurso sensato. En este sentido se trata ya de los criterios de la sociedad y de cada uno de nosotros. Creo, empero, que la persona inteligente y perspicaz posee sensibilidad que le permite identificar la propaganda para alejarse de ella.
Mantenernos en alerta e informados, inclusive mediante el verbo escrito, es la única manera de desarrollar una sensibilidad similar.
El 24 de mayo, el día en que homenajeamos la obra de los isoapóstoles Cirilo y Metodio, es el más apropiado para dirigir una oración a los dos santos. ¡Que sigan protegiendo a Bulgaria, que continúen insuflándonos fuerza, confianza en nosotros mismo, firmeza e integridad!, es la oración de Teodora Dímova.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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