El césped inglés cortado a la perfección, los equipos blancos y el domingo consagrado al descanso, tal vez no hay un torneo de tenis más conservativo que Wimbledon. Sin embargo, detrás de las tradiciones asoma el enorme respeto por la historia y la glorificación a los mejores. En los días en que el tenis mundial se disputa los trofeos en Londres, se habla con fascinación y reconocimiento de la afamada familia Maleev.

Yulia Berberián, que convirtió a sus tres hijas en campeonas, recibió el premio Madre de la Asociación Femenina de Tenis WTA durante el más prestigioso campeonato del mundo: Wimbledon.

Recibo este premio con alegría y ahora me doy cuenta qué es lo que siente el escultor norteamericano de origen búlgaro Hristo Yavashev, Cristo. Él montó su instalación Muelles flotantes para crear la sensación de que la gente camina sobre el agua o que vuela. Yo me siento de la misma manera, dice Yulia Berberián.

El glamoroso éxito tiene su precio, pero cuando uno logra sus metas, se olvida de las dificultades, subraya nuestra interlocutora.

Yulia Berberián tenía 20 años de edad cuando oyó la palabra Wimbledon por primera vez. Cuando su hija mayor Manuela tenía 12 años de edad soñaba con enviarla al estadio Orange Bowl en Miami.

Llegamos un día antes del torneo, el mercurio mostraba 40 grados y la temperatura en diciembre cuando partimos de Bulgaria era de 20° C bajo cero. El entrenador del CSKA me había dicho que nadie podía ayudarme pero obtuvimos pasaportes extranjeros en el último momento. Así llegamos a Miami con una diferencia de 60° C pero, a pesar de esto, Manuela por poco no logró ocupar el primer puesto entre 128 niños del mundo entero. El calor, la humedad en Miami y mi hija de 12 años de edad son recuerdos que nunca se borrarán de mi memoria. Las dos vestíamos iguales equipos y zapatillas que tenían un aspecto tan malo que nos hechamos a reir cuando vimos las fotos. 

Siguieron éxitos que hasta hoy en día no han sido alcanzados de nuevo en el tenis búlgaro. Manuela ocupó el tercer puesto en el ráting mundial, Katerina el sexto y Magdalena, el cuarto. Todo esto fue logrado gracias a los excepcionales esfuerzos y la unidad en la familia. La Federación de Tenis no solo respaldó el desarrollo del talento de las tres tenistas, sino que tomaba el 10 % de los premios. Los pasaportes y los visados siempre se conseguían con dificultad. 

Yo era una madre trabajadora y mis hijas crecieron a mi lado en el terreno del CSKA. Sin darse cuenta comenzaron a practicar el tenis, a ganar torneos y se convirtieron en campeonas cuando tenían trece años de edad. Simplemente trabajábamos desde la madrugada hasta la noche, seis días en la semana, a veces los domingos. No me había planteado unas metas inalcanzables. 

En estos términos Yulia Berberián responde a las preguntas acerca del secreto del éxito. Agrega que si lo supiera diría cuál es. Ya que toda su vida está vinculada al tenis, incluso la nueva academia de la familia Maleev, ella tiene una visión muy clara sobre los mejores tenistas búlgaros que este año fueron eliminados del Wimbledon a una etapa muy temprana.

Tsvetana Pironkova y Grigor Dimitrov son excelentes competidores. Si alguien se permite denominar a Grigor un “talento desaprovechado” esto es tan cruel que si quiso causarle dolor lo logró. Sin duda lo dolió mucho. Yo no pienso que son talentos desaprovechados. Luchan en una esfera donde es muy difícil triunfar. Los felicito por lo que han logrado, ya que no es nada despreciable y creo que tienen qué mostrar a sí mismos, y no a las personas que los juzgan a la ligera.

Versión en español por Hristina Taseva