Las manos humanas tienen la fuerza de dar vida siempre y cuando tocan con cariño y se dejan llevar por la fantasía. Entonces nacen cosas sorprendentes cuya hermosura provoca gran fascinación. Si vemos la centella divina en las creaciones, esto significa que los esfuerzos de uno sí valían la pena.

Érase una vez un pedazo de madera. Pero no un pedazo de madera de lujo, sino un simple tronco ordinario de aquéllos con que en el invierno se atizan las estufas y las chimeneas para calentar las habitaciones. Así comienza el cuento infantil de Pinocho que quiere decirnos que incluso el material más ordinario podría convertirse en algo bello si hay alguien como el carpintero Gepetto que le insufle vida.

¿Cuántas veces el tallador de madera Vlad Vladov ha insuflado vida con su maestría a los troncos de madera que encontraba en el bosque, cerca de carreteras o en patios abandonados? En sus 79 años él ha visto cómo de sus manos salen volando aves, cómo sonríe la bella cara de una muchacha y ha sentido satisfacción al ver que las amas de casa preparan manjares con sus cucharas de madera elaboradas con gran amor.

A pesar de todo esto, nada indicaba que algún día sus manos pintarían cuadros de madera. De niño solía tallar aviones de madera. Tal vez por esto, el chico que nació en la aldea de Beli Osam, en la provincia de Lovech, optó por estudiar la especialidad de ingeniero aeroespacial en la escuela militar de Dolna Mitropolía. Cuando terminó su servicio en la ciudad de Dobrich, el joven especialista encontró su lugar en Krumovo donde se quedó hasta su último día laboral. Allí tenía la posibilidad de mantener a su familia y los momentos más emocionantes venían por la tarde cuando entraba en el sótano de casa convertido en taller y donde el tiempo paraba para él.

Cuando comencé a trabajar me di cuenta de que el tallado en madera se me daba muy bien, recuerda sus primeros pasos en el arte Vlad Vladov. En Dobrich me ocupaba poco con esta labor, pero cuando llegué a Plovdiv comencé a trabajar mucho más con la madera. Todas las cosas que elaboro son producto de mi curiosidad, ya que utilizo toda la madera que encuentro y que se puede labrar. He utilizado fotos y he aumentado las imágenes para poder elaborar los cuadros. Aprendí muchas cosas del trabajo con la madera, pero lo más importante tal vez es la tranquilidad. Cuando trabajaba en mi taller no me daba cuenta cómo pasaba el tiempo y muchas veces mi mujer venía para invitarme a cenar. Me sumergía por completo en el trabajo con la madera. ¿Cómo transcurre el proceso laboral?

En primer lugar escojo el cuadro que voy a hacer y después elijo la madera de la cual lo elaboraré. Necesito dos o tres meses y para las cosas pequeñas, unos 20 días. La mayoría de las obras que elaboro requieren mucho trabajo. La madera de tilo es el material idóneo para el tallado en madera, es ligero, es fácil de limpiar y tiene un brillo muy bello. 

Hoy el sótano del maestro, que usa como taller, está lleno de comida conservada para el invierno pero en uno de los rincones todavía están los instrumentos con los cuales tallaba sus obras. Vlad Vladov reconoce que sus posibilidades ya son menores. Sin embargo, tiene una nueva alegría. Por primera vez ve la fascinación que producen sus obras en los ojos ajenos. A  pesar de que pasó largos años elaborando humildemente las bellas imágenes de animales, aves, muchachas, etc., hace poco tiempo se animó a exhibir sus trabajos. En la muestra en la galería Aleko, en la ciudad de Plovdiv, se reunieron muchos aficionados que lo colmaron de flores y felicitaciones. Sus amigos le animaron que siga trabajando con la misma maestría. Sin duda será así, ya que el amor insufla fuerzas y opera milagros.

Versión en español por Hrsitina Taseva
Fotos: Archivo personal