No busquen en el diccionario una traducción de “If I love grad“, ya que no la encontrarán. Este es el sentimiento que experimentarán si llegan a la ciudad de Ivailovgrad. Es un lugar desde donde uno no quiere irse y donde se siente cómodo y a gusto, lejos del ruido y la tensión habituales. Muy cerca de la ciudad uno puede apreciar la historia de épocas pasadas, como los círculos megalíticos y las tumbas tracias. Después de los tracios llegaron allí los romanos de quienes nos cuenta la antigua villa Armira, con sus magníficos mosaicos de la época romana tardía. Cerca está también la fortaleza de Rodostitsa de la cual sabemos que en el siglo IX a X estaba en la región meridional extrema de Bulgaria. Se encontraba solo a 30 kilómetros de Edirne y custodiaba la antigua carretera a lo largo de la ribera del río Arda que atravesaba los Ródopes. Una fortaleza más, Liutitsa, la ciudad de mármol, que existía entre los siglos XI y XVII y que guarda el recuerdo del zar búlgaro Kaloyan y su marcha hacia los muros de Adrianopolis, hoy Edirne. 

Llegar a Liutitsa y a la ciudad de Ivailovgrad es una aventura porque antes de hacer un viaje por épocas pasadas uno debe llegar al deseado destino. Hay dos opciones: quedarse en territorio búlgaro u optar por el camino a través de Grecia que es unos 20 kilómetros más corto. La gente local aconseja que es mejor viajar por Grecia. Uno se plantea la pregunta de por qué es más rápido llegar a través de un puesto de control de fronteras y un país vecino. En esta región el turismo y la agricultura son el principal sustento para la población y el desempleo supera el 20 %.

Hace tiempo que gran parte de las aldeas están deshabitadas. Sin embargo, hay gente que no se ha desanimado y que guarda la esperanza de que a pesar de las dificultades la región no esté condenada y tiene potencial de desarrollo. Una de estas personas es la directora de un hotel en la ciudad, Dimitrina Stefanova, que ha optado por asentarse en esta parte de Bulgaria a pesar de que es de la ciudad de Sliven.

Llegué como turista en esta bella ciudad. Lo que retiene a las mujeres en un lugar es el amor o la naturaleza femenina que hace que las damas se enamoren de lo hermoso. En mi caso sucedieron las dos cosas porque descubrí el amor de mi vida. Ivailovgrad ha conservado sus tradiciones, la moral y sus principios. Veo que en la gran ciudad esto es un déficit ya que la gente es más comercial y se olvida de las pequeñas cosas de la vida. Cuando llegué aquí me di cuenta de los rasgos específicos que posee la ciudad y así se me ocurrió la expresión “If I love grad”. Quería mostrar que si nosotros queremos a nuestra ciudad debemos destacar sus cualidades, apoyar las causas buenas y animar a los jóvenes que se queden. Trabajo con personas y veo que los turistas llegan aquí para ver lo que se ha conservado porque es único para Bulgaria. Debemos preguntarnos cuántos de nosotros aman realmente las ciudades en que viven. ¿Nos sentimos bien en ellas y aportamos con algo para que sean mejores lugares para habitar? Algunas de las personas que viven lejos de la vanidad de las grandes ciudades valoran más lo que tienen a pesar de que sea algo pequeño. Esta gente ama su ciudad o su aldea y, desea que se desarrollen en el futuro.

A juicio de Dimitrina, en Ivailovgrad, igual que en otros lugares en Bulgaria, los problemas radican en las relaciones entre las personas.

Aquí viven diferentes etnias que en vez de apoyarse se dividen. Lamentablemente hay personas que se sienten bien cuando el otro está mal. Tal vez esta sea su mentalidad. El miedo, la envidia y el odio son los obstáculos que no nos permiten hacer de Bulgaria un lugar mejor para vivir. Un gran cambio siempre comienza por una serie de pasos pequeños que debemos dar.

Dimitrina ama su ciudad y espera que con sus acciones le ayuda para desarrollarse mejor. Por esto para ella la palabra “If”, o sea, “si”, no es válida.

Versión en español por Hristina Taseva
Fotos: bulgariatravel.org y archivo