Hoy, 16 de abril, todo el mundo cristiano loa la Resurrección de Cristo. Siglo tras siglo la alegre nueva sobre una vida en la eternidad se transmite de hombre a hombre sin perder siquiera una partícula del júbilo que genera. Los cristianos se saludan con huevos pintados en rojo, sendos símbolos de la Resurrección y del Amor del Creador con cuya bendición nace la vida nueva rompiendo la cáscara del huevo.
El orbe cristiano viene celebrando la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo desde hace más de dos milenios. Tras los padecimientos atroces en la cruz, por medio de los cuales redime a la humanidad de los pecados, el Hijo de Dios, Jesucristo, resucita para allanar el camino a la salvación en un mundo nuevo: en la eternidad sin dolor ni sufrimiento. Con su fe en la vida de ultratumba los cristianos aceptan más fácilmente la muerte abrigando la esperanza de reunirse con sus seres queridos en el más allá. Es precisamente esta fe la que los obliga a ser mejores y a elevar sus almas por encima de lo material y lo transitorio.
Quizás se trate del acontecimiento más importante en toda la historia de la humanidad, destaca Dobromir Dimitrov, profesor de Teología en la Universidad de Veliko Tirnovo y sacerdote en uno de los templos de esa antigua capital de Bulgaria. Hemos de alegrarnos porque se trata del día del triunfo de la vida frente a la muerte. En el mundo en que nos ha tocado vivir vemos que ésta ha dejado su impronta en cada cosa y se ha convertido en el mayor problema para los seres humanos. Cualquiera de nosotros se enfrenta inexorablemente a la muerte. Perdimos a las personas que amamos, éstas nos pierden a nosotros. Si ponemos mientes en estos temas acabaremos viendo que la vida humana es un sufrimiento. Vemos cómo cada flor, cada ser viviente es perecedero y acaba muriéndose. Y cuando Dios en persona, que al margen del tiempo y del espacio, elige, por nosotros, ser un hombre, se encarna en un cuerpo humano, nace del vientre inmaculado de la Virgen María, vive con nosotros, nos consuela, nos brinda curación y, al final, sufre padecimientos espantosos y resucita, esto es motivo de regocijo universal. En virtud de Su Resurrección se desbroza también el camino a nuestra resurrección. No se trata de una festividad que conmemoramos en determinada época del año, sino de un acto que pone fin a la muerte.
La resurrección es el pilar fundamental de la fe cristiana y por esto es, por igual, una fiesta para los vivos y para las personas que ya hemos perdido. Según el padre Dobromir, todo el género humano se sienta a una mesa festiva junto con el resucitado Dios.
Ahí está el acontecimiento que conmemoramos y del que participamos, es algo mucho más significativo, ya que ofrece respuesta a todos los problemas de la vida que nos inquieta .Es la piedra angular de nuestras relaciones mutuas, de nuestro sistema de valores. Es el criterio conforme el cual existimos para no optar por el mal y no vivir por el día a expensas del prójimo. La Resurrección es la puerta a la vida eterna porque no hay lógica de que todo acabe aquí. Por esto los cristianos sentimos la alegría máxima, por haber triunfado frente a imperios y por haberse afirmado el cristianismo como modo de vida, como espíritu. Reside en cada cultura y cambia al mundo. Lo que tenemos como valores universales humanos se encuentra plasmado en nuestra fe de que la muerte ha sido vencida. Fijémonos en el mundo que nos rodea, en las guerras, las calamidades, las penas. Únicamente podemos resistirles guiados por la idea de la Salvación. Lamentablemente, en el mundo actual y a través de los medios informativos, se enfatiza en un aspecto ritual de la festividad −en lo que se come y lo que se hace− pero la esencia de esta fiesta es mucho más profunda. Es que la Resurrección afecta a nuestro modo de vida y a nuestra existencia allende el tiempo y el espacio.
Por esto se trata de un Gran Día, que es como los búlgaros llamamos la Pascua de Resurrección. Es el motivo más inspirador para la alegría que todos compartimos en la noche de la vigilia festiva. Durante la solemne misa pascual en los templos cristianos ortodoxos se congregan miles de fieles para sentirse iluminados por la luz del Fuego Bendito, símbolo de la Salvación. Al filo de la medianoche todos se congratulan mutuamente diciendo Cristo ha resucitado y el milagro del Amor Divino llega a las telas del corazón de todos.
Hasta podemos decir que se trata del Triunfo del Amor, destaca el padre Dobromir y agrega: Si llegas a decirle a uno “Te quiero” equivale esto a decirle que nunca se morirá y que vivirá siempre para ti. Es lo que recibimos del Amor Divino que vemos en Jesucristo y cuando Él nos ama nos ama Dios, porque Él mismo es amor. Si nosotros correspondamos a este amor y queramos a la gente en nuestro derredor y hasta a nuestros enemigos, esto significará existencia eterna en el amor. Imagínense Vds., poder estar junto con la persona querida en la eternidad. Tal es el matrimonio cristiano. Es nuestra esperanza de que incluso perdiendo a nuestros seres queridos ahora, ello será por poco tiempo. Jesucristo nos ha dado mucho, y lo único que se nos pide es nuestro libre albedrío y el amor con que quererlo y comunicarnos con Él. Por esto la resurrección es el sentido de nuestra vida.
Versión en español por Mijail Mijailov
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