Dios creó el mundo diverso, es decir, capaz de revelársenos en multitud de facetas. Y sólo depende de nosotros si nos fijamos en su creación con ojos de pioneros, o si confiamos en las etiquetas que alguien ha puesto ante nosotros.
En la víspera de una Navidad, en un laboratorio francés creció un abeto. Y a pesar de ser del tamaño de un plato de café, su historia daría la vuelta al mundo de los académicos, y su simpática imagen se convertiría en un amado símbolo navideño. Más tarde resultaría mucho más, pero ya es tiempo de enumerar las palabras más importantes: bacterias vivas, caldo de cultivo, placas de Petri, asas bacteriológicas o de inoculación, etc., para que nuestra protagonista, Rositsa Tashkova, pueda contar una historia en la que “los malos” no siempre matan, y a veces crean belleza.
Hace dos años trabajé en un laboratorio en Francia para mi tesis de Microbiología. Y, como no estaba en un equipo muy numeroso, a veces me aburría. Tal vez por eso tenía un pequeño proyecto experimental secreto: algo con lo que me entretenía a espaldas de mi profesor. Así empecé a mostrar a mis colegas lo que había creado, y uno de esos experimentos fue pintar un abeto con microorganismos sobre una placa de Petri con caldo de cultivo.
En vez de tirar a la basura las placas de Petri usadas (del tamaño de platos pequeños) con colonias de microorganismos de todas las formas y colores posibles, Rositsa calentó un asa de inoculación (una herramienta de alambre con asa)… y empezó a crear. Así, los actinomicetos se convirtieron en copos de nieve, y diversos bacilos, en el tronco y las ramas del abeto y en juguetes navideños. Después dejó el futuro abeto en un lugar cálido.
Para pintar algo bonito sobre caldo de cultivo es necesario conocer las propiedades de los microorganismos que se utilizarán. Distintos tipos de microorganismos requieren distintos entornos y temperatura diferente de cultivo para que crezcan. Además se colorean de forma distinta, es decir que los colores también son resultado de las interacciones entre los microorganismos y el medio. A veces, sin embargo, un determinado microorganismo se convierte en antagonista de otro e inhibe su crecimiento, y de ese modo es posible que alguno de los colores no aparezca en el dibujo. Pero lo más interesante es que el artista realmente no ve lo que hace mientras dibuja, ya que en ese medio se ven solamente los leves arañazos del asa de inoculación. En otras palabras, no ve los colores del modo en que un auténtico artista podría verlos. Y el dibujo literalmente cobra vida con el tiempo, entendiendo por tiempo uno o varios días. Por eso se podría decir que se pinta a ciegas.
Una vez que el pequeño abeto de Rositsa cobró vida, ella envió una foto del mismo a la Asociación Americana de Microbiología (ASM), que la compartió en su muro de Facebook. El número de “Me Gusta”, compartidos y comentarios que obtuvo no tenía precedentes en ninguna otra publicación de la ASM, dice ella. E inspirada por el dibujo de la búlgara, la organización organiza desde hace tres años un concurso internacional de dibujo con microorganismos en placas de Petri. La revista “Ciencia Búlgara”, de cuya plantilla forma parte Rositsa, prepara ya su segundo concurso. En él, los científicos búlgaros quieren mostrar que la microbiología también es una forma de arte.
Además de un profundo conocimiento, puramente científico y práctico, se requiere algún sentido de la estética. Siempre me ha parecido que los microbiólogos tienen una visión muy particular del mundo, ya que a menudo la gente admira el paisaje a su alrededor, mientras los microbiólogos trabajan con algo que no pueden ver, y es necesaria una gran imaginación para poder intuir el material con el que trabajan. Por supuesto, existen los microscopios, pero son limitados, y una gran parte del trabajo de un microbiólogo se hace a nivel de la imaginación.
Todo a nuestro alrededor puede convertirse en arte, basta con que abandonemos las ideas preconcebidas y no miremos de forma parcial. Como lo ha hecho Rositsa, la primera científica del mundo en pintar con microorganismos.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: ASM
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