Toda la vida social bullía al aire libre en el espacioso Foro bordeado por columnas en el que la gente comerciaba con víveres y objetos valiosos, charlaba con amigos, lanzaba amenazas contra sus enemigos, rezaba oraciones a los dioses y se enteraba de las noticias más recientes esculpidas en pétreas losas .
La vida en la antigua Filipópolis –que en aquella remota época se llamaba la actual ciudad de Plovdiv- no se distinguía en nada de la de las provincias del Imperio Romano. La villa de la que éste se apoderó en el año 46 después de Cristo, fue prosperando durante cuatro siglos hasta la invasión de los bárbaros. No obstante, durante aquel prolongado período, Filipópolis pudo esparcir por su tierra una riqueza arquitectónica que aún provoca sorpresa durante las excavaciones que se hacen en la moderna ciudad de Plovdiv.
Plovdiv es la villa antigua más importante en las tierras de Bulgaria y también la más importante en la provincia romana de Tracia, dice Elena Kesiakova, arqueóloga de Plovdiv. Fue una villa metrópoli de cultura increíblemente rica y fue la más esplendorosa y hermosa en las orillas de río Hebro, según destacaban los cronistas romanos. Por ser cabecera de la antigua Tracia tenían ubicados en su territorio los edificios públicos más importantes, la plaza central, el estadio, el teatro, la sinagoga antigua única en su género, la basílica obispal, las instalaciones ingenieriles. Todo esto pone de relieve que Filipópolis había sido la urbe más importante para los tracios tal y como lo fueron Atenas, para Grecia y Roma para el Imperio Romano.
No obstante ello, fue el Foro, como centro comercial y administrativo, la zona más importante de la villa. Construido en forma rectangular, tenía una longitud de 143 metros y un ancho de 136.
El Foro era centro de la vida política, económica, cultural, religiosa, era en suma centro del rimo de vida global de la villa, y en él había un conjunto de edificaciones que se ajustaban a todos estos procesos, explica la arqueóloga Kesiakova. En el espacio al aire libre hay vestigios de un templo, de una biblioteca, de un bulevtérion -en el que se reunía el Consejo urbano-que posteriormente fue transformado en un odeón -teatro techado- y también de una exedra, una especie de tribuna desde la cual los líderes políticos y religiosos pronunciaban sus discursos. Además, había más de 70 comercios que contorneaban el Foro, testimonios todos ellos de una animada actividad mercantil.
En realidad, el Foro era centro de la vida pública aún antes de que Filipópolis se convirtiera en villa romana. La construcción de la vida se hizo en conformidad con la moda helenística, con calles perpendiculares y en su plaza los mercaderes hacían trueques ofreciendo granos, madera y miel a cambio de recipientes finos de cerámica y bronce, llegados desde las tierras italianas. Sin embargo, a su llegada los romanos reconstruyeron el Foro dotándolo de columnas del estilo dórico, hechas de arenisco. Posteriormente, el emperador Adriano las sustituyó por otras de mármol y de capiteles de Corinto de ornamentación profusa. Al norte del Foro quedaban ubicados los edificios públicos y las estatuas de los emperadores romanos. En los años de su mayor prosperidad y esplendor, Filipópolis podía codearse, por su riqueza y hermosura, con las urbes más célebres del Imperio pero, desgraciadamente, fue arrasada por los hunos en el siglo V quedando los magníficos monumentos romanos sepultados bajo espesas capas de tierra. Fue apenas en el siglo XX, durante las obras de construcción en la Plovdiv moderna cuando fueron emergiendo los monumentos arquitectónicos de la época romana. Lamentablemente, hoy en día, una buena parte del Foro antiguo yace debajo de edificios nuevos. No obstante, otra porción del mismo se encuentra expuesta al aire libre al lado de columnas restauradas y vestigios del odeón.
Al pasar uno al lado de tales monumentos, máxime si se encuentran restaurados y socializados -como son, por ejemplo, el teatro y el estadio antiguos- se siente invadido por el orgullo de ser uno de los herederos de una cultura antigua. Se empapa de la sensación de épocas de gloria y es lo glorioso lo que debemos conservar para las generaciones venideras. Es por esto que libramos nuestra lucha: por conservar los monumentos porque constituyen nuestro orgullo. Terminaré diciendo una frase muy sabia: “una persona que desconoce su pasado carece de futuro”, concluye la arqueóloga Elena Kesiakova.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: oldplovdiv.com
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