Las afueras de Sofía ofrecen un sinfín de oportunidades para paseos agradables tanto a excursionistas bien entrenados como a los de fin de semana. Una de las rutas especialmente adecuadas para los amantes de la naturaleza del segundo tipo se ubica en la zona próxima a la aldea de Eléshnitsa. Un autobús interurbano lleva al pueblo de Zhelava, del que un sendero romántico, con su vista sobre el viaducto de Eléshnitsa que corta el aliento, conduce a la homónima aldea. Cerca de la misma, enclavado en el regazo de la cordillera de los Balkanes, y junto al río Yakovíshtitsa –también conocido con el nombre de Manastirska, o sea, del monasterio– se encuentra el monasterio de la Dormición de la Virgen. El camino que lleva allí está salpicado de sitios pintorescos donde los turistas pueden parar para una comida campestre y disfrutar de la vista, o darse un chapuzón en las frescas aguas del río.
Una cosa que impresiona a los forasteros es que los lugareños conservan la historia local, independientemente de la coyuntura política. A pocos metros de distancia de un memorial dedicado a “todos quienes murieron por Bulgaria en diferentes épocas pero que enfrentaron la muerte con igual valentía para que el amado país prosperara”, de entre los árboles emerge por sorpresa, todo cubierto de hiedra, un monumento a la guerrillera comunista Yordanka Nikólova, asesinada en la zona en junio de 1944. En tiempos del totalitarismo la aldea de Eléshnitsa se llamaba Yordánkino, nombre derivado del de la partisana. Más adelante por el camino hay un monumento a los participantes en el Levantamiento de Abril de 1876 asesinados por los otomanos.
Un panel informativo enfrente del pintoresco monasterio de Eléshnitsa señala que el cenobio fue fundado en el siglo XIII o XIV como femenino. Según la gente local, su primera ubicación fue a 2 km del actual. Construido con donaciones de creyentes de cerca y de lejos, fue un centro espiritual y literario, y en la segunda mitad del siglo XIX en él funcionaba una escuela. La iglesia del monasterio fue restaurada en el período de 1997 a 2005.
Valentina Sharlánova, doctora en Etnología en el Instituto de Etnología y Folklorística, adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria, se dedica a la investigación de este claustro que formaba parte del llamado Pequeño Monte Athos de Sofía. Según ella, en la iglesia hay tres capas murales. La más antigua, en el naos, parcialmente conservada, se remonta a finales del siglo XVI e inicios del XVII, cuando el monasterio fue restaurado. Agrega que de la capa más antigua de pinturas se han conservado imágenes en medallones de los santos sanadores Cosme y Damián, san Simeón Estilita, san Constantino y santa Elena, san Orestes y san Mardario. La Dra. Sharlánova no descarta que los frescos de la iglesia fueran obra de un ilustre pintor, el reverendo Pimen Zograf que trabajó en otras iglesias de la zona. Dice que cuando los murales fueron retirados con el fin de conservarlos, en la pared oriental del nártex fue descubierta una composición grande de colores brillantes e intensos que representaba el Juicio Final. Los expertos reconocen en esta obra el estilo de Nikola Obrazopisov, artista de la época del Renacimiento Nacional búlgaro (siglos XVIII a XIX) y exponente de la destacada escuela de pintura de iconos de Sámokov.
Detrás del monasterio comienza la ruta que conduce al pico Murgash, de una altitud de 1687 metros. Es parte del sendero de larga distancia Kom–Emine. Una leyenda sobre el nombre del pico sugiere a los excursionistas si continuar en su camino hacia arriba o dar marcha atrás:
En la aldea de Yakúshtitsa, la actual Eléshnitsa, allá por los tiempos en que las tierras búlgaras fueron conquistadas por los invasores otomanos, vivía una moza de belleza excepcional llamada Zlatka (el nombre deriva de la palabra búlgara zlato, que significa oro). De todos los rincones del país acudían candidatos a desposarla. Como no los consideraba dignos, estableció una condición difícil de realizar diciendo que se casaría con quien la llevase cargándola sobre su espalda a la cima de la montaña. La mayoría de los pretendientes renunciaban por el camino, otros caían rendidos por la fatiga sin llegar a la meta. Un día llegó al pueblo un joven llamado Murgash. Perdidamente enamorado de la moza, se lanzó, intrépido, por el camino ladeado llevándola sobre su espalda sin sentir fatiga, pero al llegar a la última y más empinada colina, situada por encima de una pradera, su corazón no pudo más y él cayó muerto. Enterraron al joven en el pico, al que bautizaron con su nombre. La pradera donde el zagal perdió la vida en un principio fue conocida como Zlátina poliana, o sea, la pradera de Zlatka, pero más tarde se le empezó a llamar Zla poliana, o sea, pradera malvada.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: MIglena Ivanova
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