Inmediatamente después de la liberación de Bulgaria, a raíz de la Guerra Ruso-Turca, a este país llegaron numerosos checos, profesionales emprendedores e intelectuales, para ayudar el renacer del Estado.
“Los checos búlgaros”, como suele llamarles con inmensa gratitud el pueblo búlgaro, fueron unos de los artífices de la construcción de la Bulgaria moderna. Después de 1878, año en que Bulgaria recuperó su soberanía tras cinco siglos de dominio otomano, el joven Estado precisaba ayuda para constituir sus instituciones, encauzar sus esfuerzos para garantizar el crecimiento espiritual de los búlgaros, que acababan de adquirir la condición de ciudadanos, y modernizar el aspecto de sus poblaciones. Bulgaria encontró esta ayuda en la persona de los altamente educados checos, que se hicieron eco con su trabajo e intelecto. A Bulgaria llegaron ingenieros, arquitectos, constructores, artesanos, polígrafos, fabricantes de cerveza, pero también intelectuales renombrados: historiadores, pintores, músicos.
Cada uno aportó lo que tenía pero sobre todo su excelente formación y su gran profesionalidad –dice Darina Bilarska, experta del Archivo Central Estatal, sobre los checos que llegaron a este país– . Por supuesto, son, además, portadores de muchas cualidades humanas que de alguna u otra manera transmitieron a los búlgaros; pero lo más importante y valioso que contribuyeron todos aquellos checos, gracias a su preparación excepcional, fue incentivar las ciencias y el intelecto.
A los “checos búlgaros” está dedicada la exposición documental que la Agencia Estatal de Archivos ha organizado estos días en su edificio. Los veintiséis tableros con fotografías y documentos, que presentan a algunos de los más dignos de aquéllos, llegan a Sofía desde Praga. La muestra se podrá ver hasta el próximo 2 de junio. Pero, ¿quiénes fueron estas personalidades preclaras que colaboraron al auge de la recién emancipada Bulgaria?
Empecemos, por ejemplo, con los hermanos Prošek – Bogdan e Jiří (este último conocido también como Gueorgui, la versión en búlgaro del nombre cheko Jiří). Fundaron en Bulgaria una de las primeras fábricas modernas de cerveza –cuenta Darina Bilarska– . Construyeron, además, muchos lugares de gran valía arquitectónica en Sofía como el Puente de los Leones y el de las Águilas. Otro checo, el arquitecto Antonín Kolář, es el autor del proyecto del monumento al Apóstol de la Libertad de Bulgaria, Vasil Levski, y también del primer plano urbanístico de Sofía. En fin, no hay tan solo un edificio o lugar importante en el centro de la capital búlgara que no esté vinculado con algún nombre checo. Por no hablar de la ciudad de Plóvdiv, cuyo plan urbanístico y muchos de sus edificios emblemáticos debemos a Josef Schnitter. Y en la ciudad de Varna el Jardín Marítimo fue diseñado por Antón Novak.
El Gobierno búlgaro de entonces invitó no solo a maestros de “manos de oro”, sino también a estudiosos y artistas renombrados para que pusieran los cimientos espirituales del Estado. A este país llegaron el historiador Konstantín Jireček, los hermanos arqueólogos Škorpil, los artistas Jan Mrkvička y Jaroslav Věšín, el violonchelista y compositor Iván Cibulka, el director teatral Josef Šmaha, entre otros. Un número considerable de estos grandes checos se quedaron en Bulgaria, que se había convertido en su segunda patria, donde yacen sus restos. Por la abnegación y el amor que profesaban por Bulgaria, obtuvieron la ciudadanía búlgara, fueron galardonados con órdenes prestigiosas y fueron miembros honoríficos de varios gremios profesionales. Hoy en día muchas calles, plazas y escuelas llevan sus nombres, aparecen también en obras literarias, se puede pasar al lado de los edificios y monumentos que dejaron como herencia. En conclusión, viendo los defectos de la vida social y política en este país, en la mente de los búlgaros, por desgracia, siempre resuenan estas palabras del gran historiador Konstantín Jireček: Los que tenemos el potencial, dirigidos por los necios, hacemos hasta lo imposible para complacer a los ingratos; y hemos hecho tanto con tan poco y en tanto tiempo que ya somos capaces de hacer todo de la nada.
Versión еn español por Plamen Jrístov
Fotos: Diana Tsankova
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