“Hombres marginalizados según la clasificación de la Seguridad del Estado” es un libro cuyo estreno reciente ha cohesionado a centenares de personas ávidas de justicia originaria por los crímenes impunes del comunismo. En sólo una semana ha quedado agotada la primera tirada de este libro.
Con el calificativo de “hombres marginalizados “ eran estigmatizados industriales, sacerdotes, militares, políticos, intelectuales, personas todas ellas con contribución al desarrollo de Bulgaria en los años anteriores al golpe de estado del 9 de septiembre de 1944. Los comunistas calcaron la terminología, tras la nacionalización en 1947, del NKVD, El Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos estalinista para denigrar a las personas que habían perdido su estatus social y público con el relevo en el poder. En más de 500 páginas en su libro “Hombres marginalizados” los autores Vili Lilkov y Jristo Jristov van revelando las escalas y las formas de las represalias que sufrieran los búlgaros más capaces, más instruidos y de mayores virtudes. Pese a que fueron aislados con éxito de la sociedad, el poder totalitario no consiguió quebrarlos.
Las represalias contra los “hombres marginalizados” continuaron hasta el 10 de noviembre de 1989 y se traducían en desalojos, confinamientos en campos, diferentes sanciones administrativas y judiciales pero la justicia impartida por el Partido Comunista Búlgaro fue política, y no objetiva, dice Jristo Jristov. Lógicamente, las represalias se transmitían asimismo a los hijos e hijas de esas personas. En relación con ellos se instruían obligatoriamente causas para su vigilancia operativa, independientemente de si esos hijos e hijas trabajaban o procuraban acceder a una universidad. A muchos de ellos se les prohibía el acceso a los centros docentes universitarios. De hecho, las represalias invisibles de la antigua Seguridad del Estado no cesaron ni siquiera por un año durante el régimen totalitario, de casi medio siglo. Y, como el Partido Comunista siempre había necesitado de enemigos, transformó a los llamados “hombres marginalizados “, portadores del espíritu renacentista y protagonistas del auge económico de Bulgaria, en adversario ideológico principal suyo.
Bulgaria es el único país de Europa del Este en el que los cuadros de los antiguos servicios secretos y funcionarios encumbrados del ex Partido Comunista se convirtieron en protagonistas esenciales de la transición y se apoderaron de posiciones clave en los negocios, la banca, el sistema de Justicia, los Mass Media, la política. Incluso hoy en día ex agentes de la antigua Seguridad del Estado tienen puestos ministeriales, ocupan escaños en el Parlamento, son asesores del jefe de Estado. Por esta razón aparece como lógica la pregunta de si siguen existiendo “personas marginalizadas”, gente para la cual algunas puertas continúan siempre cerradas, gente arrinconada y humillada que el nuevo “sistema” rechaza a priori.
Es así, desgraciadamente, dice tajante Jristo Jristov. No sólo los llamados “hombres marginalizados” y sus herederos, sino también todas las víctimas del comunismo fueron arrinconados con gran rapidez en la periferia de la sociedad. La responsabilidad por esto recae en todos nosotros porque carecemos de memoria sobre el reciente pasado totalitario, sobre ese “proceso organizado del olvido”, que es como lo llama la profesora Evelina Kelbecheva, una de las estudiosas de esa época. En los últimos años, desde que Rusia ocupó Crimea, hemos ido viendo cuán fácilmente se pueden repetir los errores de la historia reciente. Por esto es importante que la joven generación conozca la verdad sobre el período totalitario, sobre todo cuando se promueven con destreza mitos sobre lo bueno que había sido el pasado y se echa mano de métodos para el lavado de cerebros a través del Internet y los medios informativos. Es que si la sociedad y los jóvenes ignoran el precio de la libertad ésta podrá ser perdida muy fácilmente.
“Hombres marginalizados” es un libro adecuado para formar parte de la biblioteca en cada hogar, para que algunas personas de edad avanzada cese, de una vez y para siempre, de narrar historias inventadas sobre la vida “cómoda” y “tranquila” durante el “socialismo”, y que los jóvenes se enteren , por fin, de las atrocidades cometidas por el criminal régimen comunista y se mantengan a la altura de su misión; la de proteger la libertad. Porque, según dice Ronald Reagan, “la libertad no está a más de una generación de extinguirse”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo personal
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