Por tradición todo el mes de mayo ha transcurrido como una auténtica “fiesta de las letras” en la mayoría de las escuelas de Bulgaria. En la víspera del 24 de mayo, Día de la Educación y Cultura búlgaras y de la Escritura eslava los pequeños alumnos mostraban con orgullo lo mucho que habían avanzado en poder leer y escribir durante el año. Con el fin de dejar un recuerdo perdurable de la festividad, muchos directores de escuelas optaron por hacer entrega de los diplomas a sus discípulos en el Museo de la Educación en la ciudad de Gábrovo. Ya es tradicional que en mayo visiten esa norteña ciudad búlgara grupos de estudiantes de Ruse, Pleven, Burgás, Sofía, Dzhebel, entre otras ciudades búlgaras.
Estos viajes de alumnos y profesores a Gábrovo en mayo semejan sendos peregrinajes a un lugar sagrado que se asocia a la fuente inicial y originaria de la educación laica en el país. En este museo se encuentran recogidos testimonios escritos y muestras de los diez siglos de evolución que la Educación ha tenido en las tierras búlgaras. El museo fue creado en 1974 y es actualmente una institución de importancia nacional, adscrita al Ministerio de Educación de Bulgaria.
Hay en el mundo gran número de museos similares, dedicados a la ilustración y docencia pero en ellos se montan únicamente muestras y reconstrucciones temporales y temáticas. No hay en ninguna parte un museo en activo como el nuestro, dice Rumena Jrístova, gerente principal del museo de Gábrovo, y agrega:
En Gabrovo, en el año 1835 y a iniciativa de los vehementes patriotas Vasil Aprilov y Nikolay Palauzov abría sus puertas la primera escuela búlgara nueva, o sea, un plantel en que, por primera vez, se iba a enseñar exclusivamente la lengua búlgara hablada. En relación con ello en Gábrovo ha sido creado un museo dedicado a la historia de la Educación en Bulgaria. Cuenta con una exposición permanente que abarca el período desde el siglo X hasta nuestros días. Inmediatamente después de la liberación de Bulgaria del dominio otomano en el año 1878, se fueron gestando ideas para crear un tal museo. El museo vio la luz en 1905 en Sofía, por iniciativa del catedrático doctor Iván Shishmanov. Una gran parte de los materiales guardados en el mismo se encuentran ahora en nuestro fondo en Gábrovo. Poseemos unos 175 mil documentos, fotos, objetos y diversas publicaciones periódicas dedicadas a la pedagogía y la educación. Se guardan en nuestro museo ediciones valiosas de la biblioteca de la escuela de Gábrovo del año 1835.
También se conserva la biblioteca personal de Vasil Aprilov. En su testamento éste señaló expresamente que sus libros deberían quedarse en la ciudad de su familia, Gábrovo. El libro más antiguo en su biblioteca es “La Odisea”, de Homero, del año 1551. Se trata de un ejemplar bilingüe con textos paralelos en griego y en latín. La otra colección de la que se enorgullece mucho nuestro museo es la que integran numerosos libros de texto renacentistas editados hasta el año 1878. Hay también originales diplomas, certificados, material didáctico, banderas, sellos oficinescos, etc.
Con el fin de mantenerse al tanto de lo que ocurre actualmente, el museo mantiene contactos con las escuelas de las comunidades de búlgaros residentes en Madrid, Chipre y otros lugares del mundo. A esas escuelas precisamente se proyecta una muestra especial dedicada al interés de los búlgaros por la educación en la época del Renacimiento búlgaro, siglos XVIII y XIX. Entre las muestras en el museo de Gábrovo la que despierta el máximo interés es la reproducción de un aula de la llamada escuela mutual.
La narración de Rumena Jrístova nos retrotrae al pasado: Los educandos sentían gran respeto por sus maestros y profesores, y por la escuela. Durante el Renacimiento cuando por la mañana los alumnos entraban en la escuela se les inspeccionaba si iban aseados, bien peinados y adecuadamente vestidos. En esa época la gente profesaba su mayor veneración a los maestros de escuela, a los curas y los alcaldes. La gente sentía por ellos muy fuerte respeto. Sin embargo, los tiempos cambian y, en la época actual, la situación es distinta. En aquella época en cada pupitre había alumnos de diferente edad, ya que eran pocas las personas preparadas para ser enseñantes y así los alumnos de más edad les ayudaban a los maestros. Los más avanzados y alfabetizados enseñaban a los alumnos de más corta edad. Los niños en las aulas disfrutaban de muchos alicientes pero también sufrían castigos. A tal efecto, se empleaban unos letreros especiales que se les colgaban del cuello a los alumnos. Los mejores en las clases llevaban en ellos la inscripción “obediente, atento, sabio”. En los de castigo sobre fondo negro se ponía: “desobediente, perezoso, desaliñado”. Los alumnos, al terminar las clases, debían irse a casa con estos letreros colgando de sus cuellos. Tenían que transitar por calles concurridas y así toda persona podía conocer por estas inscripciones cómo se habían comportado los alumnos en las aulas. Cuando los alumnos se iban al mediodía a casa, los de menor edad iban acompañados por otro, mayor. Tenía éste la obligación de vigilar si los pequeños respetaban el orden en los lugares públicos, si saludaban a los mayores de edad con los que se cruzaban en el camino. Era así como se forjaban los hábitos de conducta y comportamiento en la sociedad en la época renacentista.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: nmogabrovo.com
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