En sólo unos pocos meses el Comité Nobel de la Paz otorgará su premio de turno, y por primera vez en la ceremonia se mencionará el nombre de Bulgaria. Este país fue nominado para el premio más prestigioso por judíos salvados de los campos de la muerte y sus descendientes en Israel a causa de la hazaña de la Iglesia Ortodoxa Búlgara y su enorme contribución para preservar la vida de los judíos búlgaros durante la Segunda Guerra Mundial.
Cerca de 50.000 judíos que vivían en estas tierras nunca llegaron a los campos de exterminio nazis gracias a toda la sociedad búlgara y, en especial, a la firmeza de la Iglesia.
El hecho de que la institución religiosa más grande del país se declaró unánimemente en contra de la deportación de los judíos, es un ejemplo extraordinario de conducta cívica que impulsó a toda la sociedad –dice el periodista Gorán Blagóev– . La Iglesia también ofreció a los judíos la posibilidad de convertirse al cristianismo ficticiamente para ser registrados como ortodoxos y de esta manera salvarse. Hay que destacar el gran ejemplo del metropolita Kíril de Plovdiv que se saltó la valla de la escuela donde se encontraban reunidos judíos para ser deportados, haciendo caso omiso de las órdenes de la Policía de no entrar en contacto con ellos; o las cartas y discursos airados del metropolita Stefan de Sofía contra el zar Borís y el Gobierno. El Santo Sínodo en gran medida abrigaba sentimientos antialemanes, sin embargo se regía por el sentido cristiano de que hay que ayudar a cualquier precio cuando alguien está en necesidad. Los búlgaros de hoy deberíamos seguir este ejemplo porque no tenemos una mayor muestra de postura cívica en nuestra época. Imagínense el coraje que se requería, porque Bulgaria era aliada de la Alemania nazi con su omnipotente *GESTAPO y las tropas extranjeras desplegadas en su territorio. Y en semejante situación la sociedad dijo “no” a la deportación, uniéndose la Iglesia Ortodoxa Búlgara como uno de los factores principales.
Unos años más tarde, empero, la Iglesia no logró repetir su hazaña cuando el 9 de septiembre de 1944 en Bulgaria se estableció un gobierno prosoviético y los opositores al régimen comunista fueron sometidos a persecución. Lamentablemente, la Iglesia fue dominada pronto por el sistema represivo para convertirse en apéndice decorativo del poder ateo.
La Iglesia tampoco salió en defensa de nuestros compatriotas de origen turco cuando se cambiaban forzosamente sus nombres islámicos por nombres búlgaros, sino que hizo de alabardero del poder, lo cual no le hace honor. Esto viene a mostrar que aquel Santo Sínodo, cuyos representantes siguen ocupando todavía la sede sinodal, no tiene nada que ver con los clérigos salvadores de los judíos búlgaros, comenta Gorán Blagóev. Además expresa la preocupación de que el importante monto pecuniario que acompaña el eventual Premio podría acabar en las arcas del Sínodo, al que en tiempos más recientes se le puede reprochar de pasividad ante los problemas sociales en la sociedad búlgara y de hostilidad hacia los refugiados.
Lejos de tender la mano a los refugiados, la Iglesia los rechaza, y esto no es humano ni cristiano –dice el periodista– . El Evangelio enseña que no debemos dejar de dar la mano a alguien que necesita ayuda, independientemente de si esconde un cuchillo detrás de la espalda. Porque una mano tendida desarma más que una que rechaza. Si creemos que todo lo que sucede en el mundo es la providencia de Dios, la llegada de los refugiados es parte de ese mismo plan. ¿Por qué no ganar a algunos para la fe cristiana como hacen algunas pequeñas comunidades religiosas? No son pocos los refugiados con profesiones dignas de respeto, y no son de ninguna manera terroristas como los presenta la propaganda. Si se les ayuda pueden convertirse en ciudadanos que construirán nuestro país; sería suficiente con que la Iglesia llegase a ellos. Es cuestión de sabiduría y de capacidad de prever las cosas años y décadas en el futuro. Me temo que nuestra Iglesia Ortodoxa, en la persona del clero actual, carece de tal sabiduría y previsión.
Según Gorán Blagóev, incluso si la Iglesia Ortodoxa Búlgara no gana el Premio Nobel de la Paz, el ejemplo de los clérigos de antaño permanecerá.
Este ejemplo nos muestra que siempre que buscamos el bien, el bien vence, agrega el periodista.
GESTAPO – la policía política del Tercer Reich
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo
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