“El mundo abunda en derroteros interesantes. Simplemente hay que salir de los caminos trillados”. Esta simple filosofía hizo que Rositsa Ivanova dejara su predecible vida en la ciudad para encontrar, en medio de la naturaleza, el paraíso perdido.
Sus platos bellamente presentados y su finura innata la convirtieron en la favorita del público en el concurso gastronómico televisivo Masterchef, y aunque no ganó, Rositsa no lamenta la oportunidad perdida.
A los 25 años, Rositsa lo tenía todo: una prestigiosa formación en Ciencias Políticas, un trabajo bien remunerado como especialista en Tecnologías de la Información, un apartamento bohemio en el centro de Sofía y, a pesar de ello, decidió dejar atrás esa vida para trasladarse a una granja orgánica en los Balcanes Centrales, cerca de la ciudad de Sopot. Lo primero que la impresionó en la serranía fue el humanismo de la gente, que en encuentros casuales no se escatima en pequeños detalles como desear los buenos días, y, un año más tarde, rompe el mito de que la vida en la campiña es aburrida: ¿Se pueden imaginar lo que es despertarse cada día sintiendo primero el olor a tilo y manzanilla, tener en el patio ciervos, conejos, perros, gatos y un montón de otras cosas bonitas, y por la mañana tomar café en el jardín en vez de esperar en un atasco?.
En su granja Rositsa cultiva productos frescos y coordina su trabajo con agrónomos y ganaderos, pero su ocupación principal es la de jefa de cocina en un complejo vacacional de Sopot. Ahí aplica sus ideas sobre la alimentación saludable, que comparte también en su blog de cocina.
En el complejo ofrecemos una cocina basada en comida limpia y saludable porque estamos seguros del origen de los productos –explica Rositsa– . De lo que estoy más orgullosa es de que los productos son locales, es decir, el queso no es importado de Francia, ni el pescado del Atlántico, todo es de aquí, de la zona, de un radio de 30 kilómetros. Sin embargo, las recetas se han actualizado y la comida se prepara de la forma más beneficiosa para la salud. Siempre que podemos marinamos hortalizas de la granja en vez de someterlas a tratamiento térmico, usamos aceite de coco, no freímos nada y cocinamos los productos al vapor o los horneamos para conservar al máximo sus sustancias útiles.
Para Rositsa la presentación de los platos es igual de importante que la calidad de los productos, por eso se autodefine como una “esteta culinaria”.
La comida servida de forma bonita es lo primero que atrae la atención cuando vemos un plato –explica, convencida– . Empezamos a comer con los ojos, por eso para mí es muy importante que cada plato sea como una obra de arte. Aunque sirva unos simples pimientos rellenos, si están presentados de forma bonita se convierten en deliciosa cocina búlgara ofrecida con elegancia.
Las condiciones perfectas para conseguir el plato perfecto es escuchar jazz, una copa de vino en la mano, opina Rositsa, que descubrió su talento culinario desde muy temprana edad.
Muy pequeña descubrí que me gusta cocinar. Vivía cerca de la escuela, y cuando tenía 14 o 15 años, durante el recreo, literalmente, corría a casa para preparar un pastel u otra cosa. En aquella época empecé a preparar menús más serios como, por ejemplo, la cena de Navidad. Para un ama de casa, arreglar la mesa y recibir invitados es muy importante, y cuando esta tarea se le confía a una niña, ésta se la toma con mucha responsabilidad. Por supuesto, empecé con alabanzas pero también he recibido muchas críticas constructivas. Así, desde pequeña me di cuenta de que se me daba bien cocinar pero nunca imaginé que me acabaría dedicando a ello.
Recientemente, Rositsa obtuvo otro prestigioso diploma, otorgado por la Carpigiani Gelato University de Bolonia, la primera en el mundo universidad del helado italiano, y regresó con una máquina para hacer helados. El postre helado que ofrece todo el verano lleva arándanos, frambuesas y moras de la sierra, así como nata y leche sin pasteurizar de su granja. Como le gustan los desafíos, actualmente, Rositsa está poniendo a prueba su resistencia. Es cuando alguien dice “no puedo” cuando llega para mí el momento de querer y poder más –dice. Y sigue deseando madrugar, sentir satisfacción al final de la jornada y terminarla entre amigos y risas.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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