La fortaleza Urvich de Kokályane se encuentra en el monte Lozen, situada en la abrupta margen derecha del río Iskar. En esa zona el río zigzaguea, pintoresco, bordeando una colina alta a lo largo del camino de Sofía a Samokov, encima del cual se observan todavía restos de las pétreas murallas. La fortaleza y su templo “Profeta San Elías”, junto con los monasterios de Urvich y Kokályane conforman un complejo monasterial que forma parte del Santo Monte de Sofía. El lugar es sagrado y durante la Edad Media era muy frecuentado por los creyentes cristianos.
Se supone que la fortaleza Urvich de Kokályane se construyó ya en la época del Khan Krum quien incorporó a Bulgaria la antaño ciudad de Sredets. Sin embargo, a la zona se le mencionaba con la mayor frecuencia en los siglos XIII al XIV, en la época del Segundo Reino Búlgaro, en relación con las continuas batallas contra los invasores otomanos.
La población local se sabe gran número de leyendas sobre la fortaleza y el monasterio “Profeta San Elías”. Se rumorea que el tesoro y la biblioteca del zar Iván Shishmán habían sido escondidos en esa zona inexpugnable. Según los testimonios históricos, en el año 1371 la zona había sido escenario de una encarnizada batalla contra los invasores otomanos en la cual perdieron la vida numerosos guerreros y uno de los herederos búlgaros del trono.
En la época moderna las primeras exploraciones y levantamientos tipográficos de las ruinas, como también el estudio del vínculo con el patrono del monasterio, el profeta San Elías, los ha hecho el arqueólogo Dimítar Ovcharov. En los años 70 del siglo XX fueron descubiertos fragmentos de escenas evangélicas de los frescos en el templo “Profeta San Elías” de la fortaleza. Los frescos, restaurados pieza por pieza, se habían pintado en conformidad con el famoso estilo renacentista de los Paleólogos y resultan muy similares a los de la Iglesia de Boyana, sita en las afueras de Sofía.
Desde el año 2012 hasta la fecha, las ruinas del monasterio medieval vienen siendo objeto de una serie de estudios concretos. La idea de los arqueólogos es que tras el levantamiento topográfico completo de los restos, se vuelvan a construir el monasterio, la iglesia y a las edificaciones anexas para así convertir la zona en un centro de atracción para turistas y peregrinos.
Ya contamos con un anteproyecto y todo lo que se haga será completamente veraz. El monasterio se erigirá íntegro, con su segunda planta, con sus terrazas y saledizos de madera, dice el arqueólogo Filip Petrunov, del Museo Nacional de Historia. Su equipo y él llevan ya 8 temporadas trabajando en el estudio detallado de las edificaciones en ruinas.
Nos proponemos confeccionar un catálogo de los elementos de sujeción pues tenemos una cantidad de cuñas y clavos de hierro que hemos recogido en toda el área en que se ubicaba el monasterio –prosigue Filip Petrunov– . Con el fin de atenernos al aspecto originario, nos fijamos en el tipo de edificaciones que hay en otros monasterios que se han conservado de la misma época. La reconstrucción es la manera única para conservar las edificaciones que se habían hecho en las obras de construcción de un monasterio tan importante para la historia de Bulgaria y de Europa. Para mí no importa tanto los objetos que encontramos en las excavaciones, lo que importa más es la información que recogen. Así podemos hacer una restauración y llegar a tener una idea sobre la forma en que nuestros antepasados concebían al mundo y a la vida hace siglos. En las ruinas del monasterio vamos encontrando numerosos objetos que revelan cómo había sido el día a día de aquellos monjes y de la población en los pueblos vecinos. En el monasterio se oficiaban misas, se practicaban ritos eclesiásticos, se celebraban matrimonios, se hacían funerales. En la parte oeste, anexos a la iglesia, hemos descubierto restos de una estupenda instalación de cocina, integrada por dos locales: uno que era el refectorio y, el otro, la propia cocina. El refectorio tiene doce metros de largo y dispone de un hogar grande en el suelo. Con esa lumbre se podían calentar todos los recintos. El refectorio estaba separado de la cocina por una pequeña área con un banco en el que los monjes se podían sentar y limpiar sus zapatos antes de entrar en la cocina. El refectorio era el recinto en el que, tras rezar una oración, todos los monjes cenaban silenciosos y sumidos en la meditación, concluye diciendo Filip Petrunov.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: bg-zabelejitelnosti.blogspot.bg
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