En los años en los que la única publicación infantil occidental en Bulgaria era el cómic francés Pif, sólo las historias en viñetas de la revista búlgara Dugá (Arco Iris) se aproximan a las coloridas historias sobre papel satinado de aquél. Hoy en día los artistas de entonces, que habían dejado de lado los pinceles durante 25 años, no sólo se proponen, nostálgicamente, despertar el interés por el mundo en imágenes de la infancia, sino también, con nuevos personajes e historias, imponer el “noveno arte” en nuestra vida moderna.
Más de 200 tebeos dibujados por 80 artistas en los últimos años se exhiben estos días, bajo el título de “Sofia Comics Expo 2017”, en la galería capitalina de la Unión de Artistas Búlgaros (SBJ, por sus siglas en búlgaro). Es la segunda exposición nacional, tras la organizada en 2013 en que pintores de todas las generaciones mostraron las diferentes facetas y estilos del escenario del cómic búlgaro. En los fundamentos de ambas muestras está el proyecto Dugá, que ha unido a los creadores de la revista homónima.
En el pasado la única revista de cómics en Bulgaria era la gala Pif, que era muy difícil de conseguir –recuerda Pétar Stanimirov, artista de Dugá– . Y cuando en 1979 aparecieron las historias ilustradas de la revista Dugá, los niños se enamoraron de ellas. Es por esto que nuestra publicación tenía una de las mayores tiradas. A los niños de hoy también les encantan los tebeos, ya que son medios de expresión universales: abarcan tanto la literatura como la animación, y los protagonistas pueden ser personajes populares del cinematógrafo o de los libros.
En los años del socialismo la revista se desambarazó rápidamente de los temas patrióticos impuestos por la coyuntura y dio vida a las historias de aventuras, mientras que en la actualidad los cómics se hacen por encargo de fundaciones que hacen propaganda de sus ideas nacionalistas glorificando el pasado. Una de esas fundaciones hasta intentó donar 60.000 libros de cómics sobre kanes (antiguos gobernantes búlgaros) a escolares de 3º de Primaria, y prometió 100 euros por cada bebé bautizado con nombre de kan.
No se trata de devaneos, porque es necesario que haya cómics históricos; sin embargo, lo que importa es cómo se hacen, con qué propósito, si sirven a intereses políticos –comenta Pétar Stanimirov– . En Dugá había también un cómic histórico, “Elemag, el guerrero del kan Tervel”, que transportaba al lector a una época ficticia, porque nosotros no conocemos en profundidad la historia antigua de Bulgaria; era una historia inventada y sin pretensiones de autenticidad histórica. Ahora salen publicaciones con nombres de kanes pero nadie puede garantizar que las historias de esos gobernantes sean reales. En mi opinión, lo único que tienen de cierto es el nombre del kan. Obviamente alguien haga propaganda de sus ideas a cuenta de los autores.
Por desgracia, para las historias de cómics, nacidas de forma espontánea en la imaginación de los artistas auténticos, no hay editores interesados en publicarlas, y los jóvenes pintores se ven obligados a dibujar para editoriales y guionistas extranjeros, así como para la industria del juego europea y estadounidense, y los pintores de más edad se ganan la vida con un negocio secundario. No obstante, se dediquen a lo que se dediquen, les une su pasión común por resucitar los tebeos.
En general, dibujar cómics es una ocupación solitaria –reconoce Pétar Stanimirov– . Es preferible que alguien escriba previamente el guión pero a menudo suele ser que los propios artistas lo inventen, y entonces la actividad se vuelve aún más solitaria. Además, para dibujar un cómic se necesitan al menos un poco de conocimientos de dirección cinematográfica y de camarografía; en general, poder imaginar la acción desplegada como en una película, de la que a cada veinte encuadres hay uno cortado. No basta con ser muy buen escritor, hay que tener también visión de director. Por eso pienso que no cualquiera puede escribir guiones para cómics. Por lo demás, dibujar es fácil, siempre y cuando se tenga experiencia.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Diana Tsankova
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