En Nochebuena, la sagrada noche de paz, noche de amor, cuando encendemos las luces del abeto y abrimos los regalos, muchas veces olvidamos que nuestros corazones palpitan con la alegría de la fiesta precisamente debido al nacimiento del Salvador. Cada año Él llega para traernos sus dones más preciados: el amor y la caridad omnipresentes, para hacernos aprender a no pecar, para llenarnos de bondad y compasión, para recordarnos a tratar al próximo con amor.
Sin embargo, arrastrados por la fiebre de las compras con tal de ofrecer a nuestros seres queridos el regalo más caro y prepararles la mesa más sabrosa, a menudo nos olvidamos del sentido espiritual de la festividad que nos reúne en esta noche solemne.
En la cultura contemporánea, bastante más secular y distante de sus raíces cristianas, las fiestas navideñas suelen relacionarse sobre todo con los regalos y los festejos por recibir el Año Nuevo, dice el teólogo Kostadin Nushev. Pero si no conocemos nuestras raíces espirituales unidas a la fe y si no nos damos cuenta de que la figura de Papá Noel es una encarnación de San Nicolás Taumaturgo,debido a su misericordia, a sus atenciones a los niños y a los pobres;si no comprendemos el profundo significado espiritual de los regalos, de las buenasobras que debemos hacer para los pobres, los necesitados, los ancianos y las personas solitarias, como la iglesia nos llama sobre todo en los días navideños,entonces toda esta atmósfera de exaltación podría verse reducida al consumismo y la forma externa desplazaría del contenido espiritual de la sagrada fiesta.
La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo comienza a celebrarse cuando el cristianismo se convierte en religión oficial del Imperio Romano. Una vez que la antigua cultura pagana que adoraba el solsticio de invierno este día cede paso a la nueva fe, se llega al replanteamiento espiritual de las viejas tradiciones. Por lo tanto, la fiesta cobra el sentido de un momento sagrado especial, en el cual la vida humana es santificada y las personas pueden rozar las profundas raíces de su existencia.
Antes del nacimiento del Hijo de Dios el mundo era mucho menos humano y rudo, cuenta el teólogo. Esto se relaciona con el Imperio Romano que consigueunir las políticas y las civilizaciones del mundo Mediterráneo, imponiendo su poder con fuerza bruta e incluso con crueldad: sabemos que el propio Jesucristo fue condenado a morir en el crucifijo. Por esto la llegada del Cristo Salvador en época del emperador Octavio Augusto conduce al cambio, relacionado con la inspiración interna y el enriquecimiento de la cultura humana. Y mientrasen los tiempos del Antiguo Testamento la justicia era considerada como el principio supremo, el cristianismo trae a la humanidad una moral mucho más elevada, basada en el amor, la filantropía y la caridad. La nueva era cristiana de hecho restablece la auténtica veneración y el conocimiento del único Dios verdadero e instaura la justicia, la paz y la buena voluntad entre los hombres.
Navidad es para los cristianos la fiesta del renacimiento espiritual, del nuevo principio. Todos nosotros, sin embargo, llegaríamos a la renovación espiritual sólo si aceptamoscon verdadera fe y corazón puro los mensajes que Jesucristo trae como Hijo de Dios de una moral perfecta: la moral del amor humano y el amor a Dios, opina nuestro interlocutor, el teólogo Kostadin Nushev.
Si llegamos a entender esto y si permitimos que el Hijo de Dios nazca en nuestros corazones y que nos ilumine con su verdad y amor divino, solo entonces comenzará la renovación de nuestra vida personal, familiar y pública. Solo entonces todos nosotros, como sociedad, conseguiremos encontrar el sistema realmente universal de valores cristianos que nos ayudará a deshacernos de las pruebas espirituales, de la crisis moral, de la falta de humanismo y sobre todo de la apatía que a menudo se apodera de nosotros por la alienación, la creciente agresión y la grave crisis de la fe en el mundo contemporáneo.
Versión en español por Katia Dimanova
Fotos: Archivo
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