Según datos del Instituto Nacional de Estadística, hacia el 31 de diciembre de 2016 las aldeas en Bulgaria de moradores cuyo número se expresaba con un dígito sumaban 566. En otras 157 ni siquiera hay un solo habitante permanente. En los últimos casi 30 años presenciamos un descenso persistente de la población de Bulgaria aunque a ritmos distintos. En las grandes aglomeraciones urbanas este problema se mantiene desapercibido pero en numerosas aldeas del país el cuadro es realmente pavoroso. Las calles desiertas en las que crece la hierba, las ventanas y tejas rotas, las puertas desvencijadas de las casas son sendos indicios certeros de que allá desde hace mucho tiempo no pisaron pies humanos. Los habitantes de esos pueblos se habían ido a buscar sustento lejos del terruño, acompañados por sus familiares. Las causas que llevan al despoblamiento, amén de financieras, son igualmente demográficas. La baja natalidad en Bulgaria ha sido un problema largamente desatendido y hoy en día las medidas adoptadas de cara a su solución no están surtiendo resultados visibles, pese a la existencia especial de un viceprimer ministro encargado de la política demográfica en el actual Ejecutivo.

Nos entrevistamos a continuación con una persona que se ha propuesto revelar las historias de las personas que residen en rincones despoblados de Bulgaria, en las olvidadas aldeas a las que se llega frecuentemente andando por un camino vecinal, aldeas en que no hay médico ni tampoco una tienda de víveres y sus habitantes se pueden contar con los dedos de una mano. Este hombre ha abrazado esta misión porque se siente bien cuando viaja y, además, procura hacer del acceso público los problemas y los apuros en un mundillo condenado a quedarse lejos de la atención de los medios informativos. Evgueni Dimitrov, quien ha ejercido el magisterio hasta no hace mucho en pequeños núcleos poblacionales, expresa a continuación qué le ha motivado a hacer la serie de cuentos en fotos y texto bajo el título genérico de “Los invisibles”:

El motivo concreto se me ofreció en el otoño del año pasado. Di con un escrito en un rotativo en que se narraba cómo un autobús iba repartiendo pan entre los moradores de pueblos faltos de tiendas de comestibles. El relato me impresionó mucho y decidí irme ocupando de estos pueblos. La primera aldea que visité acompañado por Nikolay Nikolov, cofundador del proyecto, fue la de Berende cuyo nombre había saltado a los medios informativos causando gran revuelo por el caso de su iglesia que se estaba destruyendo. Las personas con las que establecimos un trato casi siempre andan risueñas y dispuestas a dedicarnos el tiempo indispensable. A medida que más nos alejamos de los centros urbanos, vamos conversando con gente más auténtica y las comunicación se va volviendo más fácil.

Los dos han escogido las aldeas a visitar tras un período de cierta reflexión, ya que esos núcleos poblacionales han de ajustarse a determinadas condiciones. Lo más importante es que se pueda acceder a ellos prescindiendo de un vehículo todoterreno, puesto que los dos hombres no disponen de tal. No les importa mucho el número de los habitantes del respectivo pueblo pero, para que la vivencia sea más emocionante, prefieren llegar a las aldeas menos pobladas. Según Evgueni, su proyecto encierra un gran potencial científico, ya que en base al mismo, dentro de algún tiempo cuando el número de las aldeas despobladas haya aumentado, se podrá hacer un análisis de las causas que habrán provocado este despoblamiento.



Respecto a las posibilidades y formas para que el Estado fomente el desarrollo de las regiones abandonadas, Evgueni considera que son numerosas y aduce el ejemplo de Alemania, país en que residió durante tres años. Allá las personas ancianas y solitarias se reúnen con gente joven a la que transmiten sus conocimientos y habilidades, y reciben, en contrapartida, atenciones y buen trato. En Gran Bretaña hay todo un ministerio encargado de la tarea de atender a los súbditos solitarios de la reina Isabel II. Su creación ha obedecido básicamente a la conciencia de que la soledad se va convirtiendo en un problema mundial que impide que una persona lleve una vida digna y a plenitud.

En Bulgaria son escasas las posibilidades de que personas jóvenes que nunca hayan abandonado una ciudad, sientan y conozcan cómo es la vida en el campo. Una iniciativa social en este sentido es la llamada “Residencia Abuela” para la cual Evgueni Dimitrov no deja de buscar colaboradores y correligionarios. Así, en el año 2015 un grupo de voluntarios, partidarios de esta iniciativa aportaron al resurgir de la vida en cuatro aldeas despobladas en el municipio búlgaro de Luki, en el sur de Bulgaria. En una de éstas montaron una campana nueva, en otra, hicieron trabajo voluntario en obras de restauración de su iglesia, en otra más repararon y reabrieron la panadería pueblerina que llevaba años de cerrada. Desde el año 2016 se han decantado por ofrecer su asistencia en las aldeas del Noroeste de Bulgaria cuyos moradores necesitan asimismo de su ayuda para llegar a residir un día en un núcleo poblacional más hermoso y mejor urbanizado.

Versión en español por Mijail Mijailov