A pesar de que nos gustan las grandes ciudades y pasar la mayor parte del tiempo ahí, a veces necesitamos algo de variedad. Unos la hallan en unas vacaciones en lujosos complejos hoteleros, otros en algún pueblo búlgaro tranquilo y apacible, donde la gente todavía vive respetando todo aquello que recibe de la Naturaleza. Y antes de que estas palabras suenen como sacadas de alguna narración utópica, cabe asegurar que el pueblo tiene carretera de acceso, agua y electricidad, así como cobertura para el teléfono móvil. Sin embargo, lo mejor que se puede hacer al llegar al pueblo de Polyana es olvidar la vida diaria, al menos por unas horas, quitar el sonido del teléfono y sumergirse en el silencio y en las fragancias que le envuelven a uno en cuestión de segundos. Martin Ganev es nuestro amable anfitrión, un hombre para quien los cambios son algo imprescindible. Prueba de ello es el hecho de que, a pesar de haber llegado rápidamente a la cima de una conocida empresa internacional, al cabo de un tiempo dejó su trabajo para construir su nuevo hogar en las laderas del monte Strandzha y dedicarse a la agricultura ecológica. Pero todo empezó con un desvío casual en su ruta hacia la costa:

Descubrí el pueblo de Polyana de forma casual, aunque pensaba que estas cosas no sucedían. Un año antes estuve en la Toscana. Visualmente, esa región italiana se parece al pie del monte Strandzha, y tanto ahí como aquí la zona es montañosa, cubierta de bosques y tierras de cultivo. La diferencia con la Toscana es que ahí hay muchos castillos y sólidas casas de piedra, y la gente es realmente feliz de vivir ahí. Se alegran de tener lo que tienen y valoran lo que obtienen de la naturaleza. La granja del pueblo de Polyana es un proyecto que puse en marcha hace 8 años, en diciembre de 2009, cuando planté una tienda de campaña con un grueso saco de dormir en medio del campo. Entonces me dije que algún día construiría una casa en ese lugar. Me sentí muy cerca de la tierra, y a la mañana siguiente, aunque apenas había dormido, me sentí extraordinariamente fresco.

El sueño de Martin ya es una realidad, y en su granja trabajan 10 personas, aunque en 9 años ha cambiado de empleados algunas veces, cuando no estaba satisfecho con su trabajo. Para él es importante seguir desarrollando su proyecto, y para ello necesita gente que tenga relación con la naturaleza y que sepa valorar lo que recibe de ella. Según Ganev, la granja es como un organismo vivo donde no se debe cultivar sólo un tipo de planta, ya que eso no es algo natural ni saludable para el propio cultivo.

Tratamos de cultivar los mejores alimentos posibles, y esto no se puede hacer con una agricultura de monocultivo. Por eso cultivamos diversos tipos de cereales, como espelta; cultivos que se han encontrado en las pirámides egipcias.



Además, también tenemos almendras, nueces, diversos tipos de hierbas y rosa oleaginosa. Incluso tenemos animales, entre ellos abejas, que son extremadamente importantes para una granja. Las abejas están en simbiosis con la tierra y las plantas que hay en ella.

El emprendedor explica que para el riego cuenta únicamente con dos bombas de agua solares, que con la ayuda de la inagotable energía solar proporcionan agua de 70-80 metros de profundidad. Como la región es muy seca y a menudo el calor empieza ya en abril, los incendios son un fenómeno habitual. Es por ello que en la granja apenas se usan combustibles inflamables.

Aunque lo cuenta con gran pesar, el intento de Martin hasta ahora muestra que parte de nuestros compatriotas búlgaros viven en una pesadilla que ellos mismos han creado al pensar que nada depende de ellos. Y la verdad es que cambiar lo que nos molesta o no nos gusta a nuestro alrededor debe comenzar por nosotros mismos. Porque si nuestro propio patio está lleno de basura, no debemos señalar el de nuestro vecino ni aconsejarle cómo limpiarlo. Según Ganev, exactamente esa forma de pensar y la envidia es lo que impide que las personas se sientan completas y motivadas para trabajar por su propio bien”.

Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal