En 1988 François Pasquier, tras una larga ausencia de París, había decidido invitar a sus amigos a un picnic. Y ya que había elegido el Bosque de Bolonia los animó a vestirse de blanco para encontrarse fácilmente. Pero, acaso alguien de ellos presentía que el ameno Dîner en Blanc se convertiría en un esperado rito con aroma misterioso, refinado y de buenos modales.
Cada verano miles de personas en París, Nueva York, Hamburgo, Milán, Kong Kong, Montreal, Johannesburgo se reúnen para cenar al aire libre con dress code en blanco y reglas de armonía en las relaciones con el resto de los huéspedes y la naturaleza.
La historia de este fino picnic urbano tiene 30 años –cuenta Elena Spirina, organizadora de White dinner en Bulgaria–. La gente llega con su comida y bebida. Se trata de crear un espacio hermoso y tener iniciativas. Uno de los mensajes se relaciona con la ecología, ya que en medio de la ciudad no se utilizan artículos de plástico. En vez de ellos, cada uno trae platos, copas y cubiertos de múltiple uso, y tiene la obligación de recoger la basura. La idea es que la gente limpie antes de irse y crear belleza durante todo el tiempo y en todas partes, pero también que sea gente activa porque cada uno es responsable del buen ambiente y la emoción positiva. En otras palabras, no somos consumidores porque no vamos a un restaurante, sino que somos los creadores del acontecimiento.
La frase la tradición exige traslada el pensamiento a comunidades enigmáticas abrazadas por el misterio de la conspiración. Y res así que la cena en blanco tiene los elementos de todo esto. Los participantes, por un lado, se inician en el acontecimiento y, por otro, están en la oscuridad hasta el instante en que uno de los organizadores los guiará hasta el lugar misterioso.
El enigma es una de las partes más importantes del acontecimiento porque el lugar de la cena se guarda en secreto hasta el último momento y los participantes tratan de adivinar dónde será –dice Elena Spirina–. En realidad esto es una de las cosas que los incitan a participar –la gente está en suspenso por el encuentro con un desconocido que la llevará al picnic. Además ven cómo se crea el acontecimiento en tan sólo 20 minutos, sin importar si hay trescientas o mil personas. Y es increíble que de pronto en ese lugar aparecen mesas, sillas y todo es muy bello–.
Por primera vez el año pasado se reunieron 320 personas en la cena en blanco en el parque de la Academia Militar en la capital.
La primera cena transcurrió muy bien. No esperábamos que los participantes acogieran con tanto entusiasmo la idea –recuerda Elena Spirina–. Gran parte de ellos conocían el acontecimiento del extranjero y gozaban de la cena con hermosas mesas adornadas con flores, plumas y velas. También la comida fue excelente –unos trajeron pasteles, otros quesos y frutas, terceros, manjares deliciosos–.
Versión en español por Ludmila Sávova
Fotos: whitedinner.bg
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