El 17 de septiembre es la fiesta de la capital búlgara, Sofía. La ciudad fue proclamada centro administrativo de Bulgaria el 3 de abril de 1879, un año después de la liberación del país del dominio otomano. Gracias a búlgaros talentosos, que recibieron formación académica en las mejores universidades europeas, la flamante capital forjó su imagen cultural alcanzando rápidamente el nivel de los demás países europeos.
Paseando por las calles céntricas de Sofía uno puede admirar los hermosos edificios antiguos legados por los mejores arquitectos de la época. Diferentes en estilo, son verdaderas joyas que destacan en medio de las formas frías y modernistas del nuevo entorno urbano. Acogedoras y misteriosas, estas hermosas casas atraen la atención sobre la historia de sus habitantes. Un ejemplo de ello son las casas del emblemático barrio de Lózenetz que pueden servir de inspiración para más de una novela. Una de estas casas, de ambiente sereno y hospitalario, acoge desde hace un año a artistas y aficionados al arte. En esta morada, que respira armonía y tranquilidad, vivió Adriana Budevska, una de las actrices búlgaras más destacadas de principios del siglo XX. Los vecinos del barrio llaman la residencia La Casa de Adriana Budevska pero en la agenda cultural de la capital cobra cada vez mayor popularidad con el nombre inspirado en el de la capital del país, Sofía. Es el lugar ideal para servir como marco de las historias de intelectuales y artistas búlgaros y para compartirlas con el público.
Es un espacio de un ambiente singular –dice la periodista Magdalena Guígova, cuya misión es estudiar las vidas de los búlgaros egregios– . Hasta el piano de cola en esta casa como si sonase de manera diferente debido al espíritu que se siente en ella. Pienso que los eventos que se organizan aquí también están impregnados de ese espíritu sublime, y el público los percibe de una forma diferente.
Magdalena Guígova levanta el telón sobre la vida de la gran Adriana Budevska.
Ha interpretado más de un centenar de papeles. Ha sido realmente excepcional. Tenía sólo 17 años cuando Iván Vazov, el ilustre poeta, escritor y dramaturgo nacional, y el Prof. Iván Shishmanov, figura clave de la cultura y Ministro de Educación de la época, notaron su talento y le otorgaron una beca para ir a estudiar en el Teatro Imperial de Moscú.
Esta escuela dejó su impronta en Budevska, y durante el resto de su vida la actriz recreó sus roles en el estilo clásico del director escénico y pedagogo teatral ruso Stanislavski, creador del método interpretativo que lleva su nombre. Adriana Budevska fue, además, una actriz innovadora; en enero de 1921, se atrevió a desnudarse en el escenario del Teatro Nacional para encarnar a Dalila, la protagonista de la homónima tragedia de Vladimir Musakov. La sala estaba llena. El público había venido a admirar el gran talento de la artista pero probablemente también a las bellas formas de la actriz.
Budevska hizo el papel a los 43 años de edad pero incluso los críticos no le dieron más de 20. Su brillante interpretación encubrió la profunda depresión que experimentaba a causa de la perdida de su esposo, también actor. La pareja vivió un amor enorme que se transformó en una unanimidad creativa. Eran inseparables en el escenario y en la vida pero después de la muerte de su esposo en el frente a inicios de la Primera Guerra Mundial, la alegría abandonó para siempre el corazón de Adriana. Poco después recibió otro golpe fatal: perdió a su hija recién nacida. Más tarde, uno de sus hijos fue asesinado en Italia, y su otro hijo emigró a la Argentina. Budevska se quedó sola y siguió actuando en el Teatro Nacional. El público búlgaro la adoraba, la comparaban con Sarah Bernhardt porque se metía con notable ligereza en los papeles más complicados. Sin embargo, nada podía consolar su alma llena de soledad.
La carrera de Adriana Budevska terminó cuando la jubilaron a los 48 años, y ella se fue a Buenos Aires para reunirse con su hijo. A los 70 regresó a Bulgaria para expirar en su hermosa casa en el barrio de Lózenetz, que sigue guardando vivo su espíritu impetuoso.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Darina Grigorova y archivo
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